[2] - Desencuentro

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La luz le molestaba en sobremanera, y percibía un pitido constante en compañía de un bip que se hacía notar cada un par de segundos.

Además, estaba recibiendo una brisa oscilante demasiado fría, similar a lo que podría ofrecer un aire acondicionado.

...Intentó recordar sus últimos momentos, y Tártaro llegó a sus pensamientos.

No... no tenía sentido.

Tártaro no ofrecía esos lujos. Así que se incorporó rápidamente, notando que la luz enceguecedora lentamente daba paso a colores nítidos... Colores blancos.

Y de pronto descubrió que la cubría una fina sábana blanca.

Su mano se dirigió con rapidez a su pecho, y tiró de su bata hacia delante para observar al interior de la prenda, notando que vendas cubrían su torso y que tenía tres electrodos conectados al cuerpo, uno en el pecho y uno a cada lado debajo de sus clavículas.

"¿Qué tan débil puede ser el orgullo de ese idiota?"

Un nuevo bip resonando en la habitación consiguió que volteara la vista, ahora mucho más consciente de que los cables en su pecho iban a parar a un monitor cardiaco.

No estaba en Tártaro, sino en la sala de un hospital, y el hecho de que el brazalete pani se activara de forma automática la irritó en sobremanera, quitándose de forma instantánea el aparato que envolvía su brazo por encima del codo, logrando que resonara por las cuatro paredes la separación del velcro de aquel juguete que pretendía medir su presión arterial.

Seguido de eso, se quitó también el saturador que envolvía su dedo índice, y arrancó sin delicadeza los cables ECG apegados a su pecho mientras maldecía por lo bajo. Y siendo libre de todos los aparatos unidos al cuerpo, su vista recorrió con rapidez la habitación, notando la hora que marcaba el reloj de pared.

2:40hrs


La idea de ir a Tártaro con premura al igual que los demás se hizo potente, y con ese pensamiento en mente se puso de pie sin tardanza, pero aquel simple movimiento le agotó en sobremanera.

Su respiración era pesada, pero lo era incluso menos que en el momento en que aquel héroe le había dado contra su pecho, así que se animó a caminar hacia la puerta con su característica indiferencia, pero dispuesta a hacer cualquier tipo de escándalo que implicara su detención lo más pronto posible.

No obstante, una vez abierta la habitación sólo pudo ver un pasillo vacío sin policías que custodiaran su sala, y nuevamente supo que las cosas estaban saliendo de una manera distinta a lo que ella hubiese esperado.

Su caso estaba sufriendo con cada segundo adicional en el que ella estuviera sin los sujetos involucrados, poniéndose peor una vez que viera a aquel jodido héroe atravesar con urgencia la puerta al final del pasillo para dirigirse precisamente a ella.

Y con algo de torpeza, Eijirō Kirishima haría ingresar a la habitación a la mujer cerrando la puerta tras la espalda de ella que era acorralada por la madera y el cuerpo de aquel héroe que ya no vestía su traje, pues parecía que sólo quería pasar desapercibido en ese lugar.

—¿Qué haces? —Le regañaría el hombre, quien luego de un segundo quitaría su mirada de molestia, para tomar a la mujer por su brazo y jalarla hacia la camilla— Tienes que descansar hasta recuperarte correctamente.

—¡¿Qué mierda haces tú aquí?¿Dónde están los jodidos policías?!

Ella intentaría sin éxito escapar del fuerte agarre de aquel hombre, y en su desconcierto pensó que lo mejor que podía hacer era activar su don para apartarlo, pero otra vez las cosas surgieron de una manera distinta a lo que ella esperaba, pues el hombre incluso reducía la distancia entre ambos y levantaba su mano para hacerla callar.

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