[6] - Desencuentros y Encuentros

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No duró ni siquiera dos segundos la sonrisa del azabache que vió ingresar nuevamente al departamento a Bakugō seguido por los pasos de aquella mujer que era casi tan imponente como él.

No importaba si él le ganara en altura por unos cuantos centímetros. Ella contaba con una increíble presencia y reputación que su trabajo en la agencia de Katsuki Bakugō se había encargado de crear con el paso del tiempo.

No importaba tampoco si ella no fuera una heroína profesional, pues era lo suficientemente capaz de lidiar con cualquier idiota que se cruzara en su camino sin siquiera usar deliberadamente su particularidad, y eso provocaba en el rubio una admiración que no creía capaz de tener hacia una mujer.

Keiko era tan inteligente como él, y por eso fue que después de aquel cruce de miradas con el que consiguieron comunicarse un montón de pensamientos, ella dio el primer paso para regresar al departamento donde se encontraba el pelirrojo.

Hanta Sero fue el primer sujeto en notar que ellos regresaban, pero muy por el contrario a su inicial conclusión de victoria por parte del rubio al detener a esa mujer y hacerla regresar a la celebración, las expresiones de ambos adultos le bastó para saber que algo había sucedido, y que no quedaba mucho tiempo de alegría en aquel lugar.

Y todos los que estaban ahí llegaron a la misma conclusión una vez que Bakugō cruzara todo el salón principal del departamento para llegar al balcón donde aún se encontraba Kirishima con la única compañía de Ashido.

Pero incluso fue peor que eso, y la misma Keiko Satō tuvo que intervenir en aquel desenfrenado encuentro en el cual el rubio sostenía de la chaqueta al pelirrojo con furia mientras lo empujaba contra el barandal.

—¿Has llegado aquí en un jodido taxi?

—¿Hah?

Keiko hizo el amago instantáneo de separar a ambos hombres, mientras Mina fulminaba con la mirada al rubio que osaba amenazar al hombre que ella acompañaba en ese instante.

—¡Riot!

Keiko hubiese deseado reaccionar de una mejor manera, pero ella estaba casi tan furiosa como Bakugō, así que después de haber conseguido separar a ambos hombres, fue ella misma quien empujó el hombro de su compañero pelirrojo para conseguir algo de distancia e impedirse a ella misma golpear su rostro con su puño— ¡No te has dado cuenta que te estaban siguiendo, Kirishima!

Su rostro palideció en un instante.

—¿Has venido en un jodido taxi? —repitió el rubio que intentaría nuevamente acercarse al pelirrojo para sacudirlo, intentando sacarle la mayor cantidad de información en el menor tiempo posible.

—S-sí.

Sería imposible saber cuál de los dos adultos que regresaban del exterior deseaba con mayor ímpetu romperle la cara a trompadas.

—El sujeto... ¿Cómo era el sujeto? —preguntó Keiko extendiendo su brazo para crear una barrera que impidiera que el rubio se acercara a Eijirō y consiguiera darle un golpe.

—¿Qué?... N-no lo sé... Tenía unos 60 años, era calvo, pero se veía amistoso.

—¡NO ME JODAS!... ¡Kirishima!

Bakugō volteó con rapidez, y no le importó ser fulminado por la mirada de la mujer de tez rosa.

Ahora habían cambiado las prioridades.

—Agarra tu puto teléfono y márcale a Orejas.

—¿Te das cuenta de que eres un idiota?

La celebración se acabó en instantes, y si Keiko pensó de camino al noveno piso que algo malo sucedería durante los siguientes minutos, no se equivocó una vez que percibiera la estridente explosión proveniente de la carretera y el consecuente retiro apremiante de algunos de los invitados.

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