Traición {Alicia Sierra}

De Madrid al cielo

Un mes era lo que llevaba trabajando como inspectora de policía en el centro de Madrid, y un mes era lo que llevaba durmiendo una noche sí y otra también en la cama de aquella pelirroja que la había rescatado del caluroso desierto de Almería. 

Los primeros días en la ciudad habían quedado varias veces, en una primera toma de contacto, pero pronto esa toma se convirtió en una necesidad de ir más allá y, una noche en las que el alcohol se apoderó de sus cuerpos y mentes, se dejaron llevar hasta terminar enredadas entre las sábanas de la cama de Alicia. 

Se podría acostumbrar a aquello. Despertar todos los días con el brazo de la pelirroja sobre su cintura, con sus cuerpos desnudos rozando piel con piel, era como sentirse en el jodido paraíso. En el cielo. Viajaba de Madrid al cielo siempre que se encontraba entre los brazos de Sierra. 

Y eso, a decir verdad, le aterraba un poco. Pero sólo un poco, pensó para sí misma mientras apartaba suavemente el cuerpo de su amante y se levantaba de la cama para posteriormente abandonar la habitación lo más sigilosamente posible. 

Bajó las escaleras de dos en dos y llegó a la cocina, donde Comisario, el gato de Sierra, la recibió con un leve ronroneo mientras se frotaba contra sus piernas. 

- ¿Cómo ha dormido el minino más lindo de Madrid? - preguntó mientras se inclinaba para rascarle por detrás de las orejas, cosa que no hizo más que aumentar la satisfacción del animal - Espero que tan bien como yo - añadió en un susurro antes de incorporarse. 

Cogió una taza para prepararse un café y una sartén para hacerse un revuelto. Ese día le apetecía comer un poco mal. Se movía por la cocina con total naturalidad, como si llevara años viviendo allí. Y así lo sentía. 

Las cosas con Alicia habían ido muy rápido, vertiginosamente rápido. Aquella relación, que había tenido inicio de la forma más inesperada, fue ganando intensidad hasta acabar de aquella forma. Sentía que conocía a Alicia de toda la vida, y no podía evitar pensar que no quería alejarse de aquella pelirroja bajo ningún concepto. 

De momento nada parecía indicar que aquello fuera a ser así, pero cada vez que encendía el teléfono a las ocho de la tarde, la ansiedad la dominaba. Ansiedad por la posibilidad de oírlo sonar. Porque aquello sólo podría significar que su paraíso, su cielo, el maravilloso mundo que estaba construyendo, se desvanecería tan pronto como se había iniciado. 

- Sabes que para que los huevos se hagan tienes que encender la cocina, ¿no? - pegó un brinco en el sitio antes de sentir los brazos de Alicia envolverle por la espalda. La pelirroja apoyó el mentón sobre su hombro y dejó pequeños besos por su cuello hasta llegar a su mandíbula, donde se detuvo - ¿En qué pensabas? 

- En que hoy no me apetece ir a trabajar - mintió con facilidad. 

- ¿Y qué es lo que te apetece? 

- Fingir que somos turistas que visitamos Madrid por primera vez - respondió, diciendo lo primero que se le vino a la cabeza. Se giró con lentitud para envolver el cuello de Alicia con sus brazos y rozar sus narices antes de sonreír - ¿No te parece una gran idea? 

Alicia correspondió a la sonrisa mientras pensaba en lo loca que estaba esa rubia. Y en lo mucho que le gustaba. En tan poco tiempo. Se perdió en sus brillantes ojos verdes mientras se preguntaba si el cuerpo de la mujer también se veía recorrido por pequeñas descargas eléctricas cada vez que la miraba.

Supo que la respuesta era sí cuando vio a Cova inclinarse sobre ella para unir sus labios, iniciando un beso suave, lento, pero que fue ganando intensidad, como era habitual. Besarla era como subirse a una montaña rusa. La llenaba de una adrenalina que no hacía más que aumentar sus ganas de vivir, de seguir probando esos labios el resto de su vida. Era tal la intensidad con la que vivían aquella relación que tan inocentemente había iniciado, que presentía que si algún día se producía una separación, esta sería igual de intensa. Y de dolorosa.