La violencia no es la solución

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El paso del tiempo no hizo más que aumentar la tensión en el interior de la carpa.

Cova miraba perezosamente como Tamayo se desplazaba de un lado a otro preso de los nervios y la rabia. La llamada con el Profesor, tal y como la rubia había supuesto, fue ilocalizable. Recordó con una pequeña sonrisa como Sergio les había explicado detalladamente como evitarían que la policía les localizase. A su mente acudió la imagen de Marsella andando en bicicleta por el centro de Madrid.

- No voy a esperar a que Alicia llegue.

Esa oración fue suficiente para que la rubia dejara de perderse en los recuerdos y centrara toda su atención en su desequilibrado compañero. Sus ojos se encontraron con los de Ángel y comprendió que el inspector, y ex compañero de Raquel Murillo, estaba pensando exactamente lo mismo que ella.

- La paciencia es una virtud, Tamayo - habló con calma, incorporándose en la silla aunque sin llegar a ponerse en pie.

- No voy a practicar la paciencia con ese grupo de terroristas - soltó con desesperación mientras señalaba la pantalla en la que se veía el Banco de España.

Los ojos de Cova se perdieron una vez más en la multitud que se había agolpado a su alrededor en defensa de la Banda. Con los gritos que se oían desde el exterior, con las pancartas que alzaban con ilusión, fue por primera vez consciente de que la Banda se había convertido, de un modo u otro, en el símbolo de la resistencia.

- Si entras ahí a la fuerza conseguirás que la opinión pública esté en nuestra contra - esta vez se puso en pie para señalar a la multitud de personas que había en el exterior - Si matas a algún civil en tu entrada al Banco, quedarás como un asesino insensible. Y no queremos quedar así, ¿no? - alzó una ceja a la espera de una respuesta que no llegó - Ya me parecía...

Y aunque por un momento vio la duda en los ojos de Luis Tamayo, cuando este se giró tuvo la certeza de que sus palabras no habían servido de nada, y que la guerra estaba a punto de comenzar. Ese pensamiento fugaz, esa idea temerosa, se confirmó cuando el coronel gritó con determinación una orden que erizó la piel de Cova.

- Preparad los blindados. Vamos a entrar.

- Perfecto - suspiró rodando los ojos y dejándose caer de nuevo sobre la silla.

- En pie, Covadonga - gritó en su dirección, sobrasaltándola ligeramente - Serás tú quien de las órdenes.

- ¿Perdona? - no podía impedir que Tamayo cometiera una locura como aquella, pero estaba claro que se negaría rotundamente a ser la voz cantante - Me niego - sacudió repetidas veces la cabeza para enfatizar sus palabras - Estoy totalmente en contra de entrar con los blindados, de entrar a saco. No seré yo quien de las órdenes, Tamayo - la frialdad de sus palabras provocó que el cuerpo de su compañero se sacudiera con un escalofrío - Asume tus actos y enfréntate a las consecuencias que deriven de estos - se cruzó de brazos dando a entender que no tenía nada que decir, y esperó a que fuera él quien dijera algo.

- ¿Qué propones tú?

- Esperar.

- Esa no es una opción.

- Entrar a matar tampoco debería ser una de ellas.

- Es una situación desesperada.

- Desesperada si que va a ser tu situación como entres con los blindados - ironizó con una sonrisa.

- ¿Qué hacemos, señor? - uno de los tenientes se había adentrado en la carpa enfundado hasta los dientes. Paseó su mirada entre Covadonga y Tamayo hasta que este último carraspeó.

Traición {Alicia Sierra}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora