Había pensado en miles de formas de comunicarle la noticia a Cloe y a la abuela sin que sonara melancólica por mi parte. Pero por más que lo intentaba seguía sintiéndome impotente por no poder cambiar mi destino. Durante el desayuno me armé de valor y traté de parecer tranquila.
La abuela Jane para mi sorpresa, ya sabía que el viejo Paul descansaba en paz.
—Era un buen amigo —comentó con cierta nostalgia.—Su nieto fue a la tienda ayer—. Tomé una bocanada de aire y terminé confesando.— quiere el local.
—Oh Zoe, ¿Qué pasará con la tienda? —preguntó mi hermana con preocupación.
—Ya encontraré otro sitio donde vender las antigüedades.
—Adoras ese rinconcito en el Petit Champlain. — la abuela intentó abrazarme, pero me alejé hacia la puerta. No podía volver a derrumbarme, ya había llorado lo suficiente la noche anterior.
—Necesito marcharme, Betty prometió que me ayudaría en la mañana. —me disculpé con la mirada y salí en busca de mi coche, que milagrosamente no necesitó de un empujoncito para arrancar.
El viaje se me había hecho interminable, y cuando divisé a mi amiga en la entrada de la tienda mi humor cambió por completo. No todo podían ser cosas malas en mi vida.
—Tengo la sensación de que hoy será un buen día— me recibió con sus buenas vibras.
—Espero que tu optimismo sea contagioso porque yo no estoy muy segura.
—Es que no sabes lo que haremos hoy.— se llevó las manos a las espaldas y se balanceó esperando que adivinara.
—¿Trabajaré y tú me ayudarás?
—Eso, y que le escribiremos la carta a Mr. Stephen. — me confesó complacida.
—No, definitivamente no estás bien. —la ignoré y me apresuré para abrir el local.
—No te veo muy entusiasmada, deberías tener más fe en ti misma, Zoe.
—¿Cómo le escribo una carta a alguien que ni siquiera conozco en persona? No voy a hacer eso jamás.
—Venga ya, ¿Qué es lo peor que puede pasar? ¿Qué la ignore ? ¿qué la queme ? o ¿qué ni siquiera la lea?
—Que conteste, eso es lo peor que puede pasar— le respondí inquieta por su propuesta.
—¡Ay amiga!—Betty comenzó a saltar de emoción. —Se te ha contagiado mi optimismo, ya estás pensando en que te va a contestar.
—Tú si que sabes sacarle el lado positivo a mis palabras. —contesté riendo.
—Ven, vamos ahora que tenemos tiempo. —Agarró un lápiz y una hoja de encima del mostrador y me los ofreció.
Era una manera de despejar mi mente por unos minutos. Casi por curiosidad, y no voy a mentir, en mi interior estaba algo esperanzada de que Mr. Stephen respondiera a mi carta, comencé a escribirla...
Mr.Stephen :
Esta podría ser la mayor locura que he cometido en mi vida. Primero que todo, tiene usted una voz muy bonita y habla con gran elocuencia. Son los peores elogios del mundo, lo sé. Pero los digo con total sinceridad. Su programa es muy entretenido y adoro que las personas tengan la oportunidad de dedicarle una canción a sus seres queridos. Mr.Stephen ¿es usted fan de los Rangers? Si no es así, me temo que no somos compatibles. Mi padre siempre me aconsejó que me fijara en los chicos que les gustara el hockey y si era de los Rangers mejor. Pensará usted que soy tonta, Mr.Stephen o que quizás esté yo mal de la cabeza, y no lo culparía. Escribirle una carta a mi locutor favorito es el primer síntoma de demencia que estoy experimentando, pero si le sirve de consuelo, mi mejor amiga ha sido la promotora de esta descabellada carta.
Atentamente Zoe, una oyente de su programa y gran admiradora de su persona.
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Vintage
ChickLitQuebec, la ciudad que guarda millones de historias de amor en secreto. Zoe es una chica de 25 años, dueña de una tienda de antigüedades, enamorada del pasado y la historia, curiosa por naturaleza y de corazón noble. Se interesa sentimentalmente por...