Quien me iba a decir a mí que un viernes a las 10 pm, nos encontraríamos Stephen, Betty y yo, en un avión con destino a Vancouver para encontrarnos con Matthew.
El locutor había insistido en acompañarnos, por lo que nuestro viaje se retrasó para el fin de semana.
No sabía si estaba nerviosa por viajar en un avión por primera vez o porque vería a mi repostero favorito en menos de 24 horas.Jenna nos había ayudado dándonos la dirección de su apartamento y sus padres nos ofrecieron quedarnos en su antigua casa, algo lejos de la cosmopolita ciudad, pero por lo menos no tendríamos que pagar hospedaje. En los últimos meses la abuela se había hecho gran amiga de toda la familia Proulx y de vez en cuando los invitaba a casa a cenar. Por lo que su amabilidad no me sorprendía en lo absoluto.
Betty se encontraba a mi lado ojeando una guía turística que había comprado en el aeropuerto y Stephen no dejaba de escoger lugares para visitar todos juntos.
-Saben que no venimos a hacer turismo ¿no? -les comenté con una sonrisa, era divertido verlos entusiasmarse por conocer un sitio nuevo.
-Tenemos dos días para ir a los lugares más emblemáticos. Hay tiempo de sobra, que Matthew y tú se conviertan en novios nos quitará una media hora de viaje. -Betty me regaló un guiño y no pude evitar sonrojarme con su comentario, Matthew y yo novios, era algo que realmente deseaba que sucediera.
-Quisiera conocer a los demás jurados, espero que pueda presentarnos con ellos. -comentó Stephen y Betty arqueó sus cejas.
-¿No querrás conocer a Sylvie Hann específicamente? -refunfuñó mi amiga, y cualquiera que no la conociera diría que estaba celosa.
-No, los admiro a todos por su trabajo, no por su belleza. Además, mi corazón le pertenece a una tal Betty, no sé si la conoces. -comenzaban a ponerse amorosos otra vez. Rodeé mis ojos y sonreí, el viaje sería largo con estos dos confesándose sus sentimientos a cada rato.
Ocho horas y quince minutos en el aire eran suficientes para volverme loca. Llegamos a Vancouver temprano en la mañana con el mejor de los tiempos en verano. El cielo despejado y el cálido clima nos permitirían disfrutar de las atracciones de la ciudad.
Los Proulx nos habían dicho que la mejor forma de viajar por Vancouver era en el transporte público, por lo que lo primero que hicimos al bajar del avión fue comprar nuestras tarjetas de Compass Card, para así movernos con mayor facilidad.
-No venimos de turismo-tuve que repetirle a mi mente porque me estaba quedando fascinada con lo poco que estaba viendo de la ciudad.
Betty había hecho un itinerario para así organizarnos en el viaje. Nuestra primera parada sería en el hogar que los padres de Matthew nos habían ofrecido. En el barrio de North Vancouver, cerca del departamento del repostero.
Montamos el Sea Bus en la estación de Waterfront, nunca antes había montado en un ferry y tengo que admitir que la experiencia fue fantástica, ya estábamos comenzando a hacer recuerdos para siempre. Justo al frente del barrio, pero separado por el mar, pudimos ver el famoso Downtown que albergaba el corazón de la ciudad. Stephen se moría de ganas por visitarlo.
Llegamos a la casa de los Proulx media hora más tarde, luego de tomar un autobús que nos condujo hasta el vecindario.
El lugar era muy bonito y espacioso, estaba algo empolvado pero no inhabitable, quedamos en limpiarlo antes de irnos a dormir en la noche, porque llevábamos prisa, teníamos una misión que cumplir. No podía creer que estaba en la casa donde Matthew había vivido en sus años de adolescencia. Lo imaginé en la cocina haciendo sus pasteles y en el salón sentado para ver la televisión. Todo me recordaba a él, como si les hubiera dejado su esencia o era que yo estaba comenzando a alucinar por mis nervios.
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Vintage
ChickLitQuebec, la ciudad que guarda millones de historias de amor en secreto. Zoe es una chica de 25 años, dueña de una tienda de antigüedades, enamorada del pasado y la historia, curiosa por naturaleza y de corazón noble. Se interesa sentimentalmente por...