Capítulo 9

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Llegué a casa temprano, tenía miedo de manejar en la bici de noche. Abril estaba llegando a su fin y ya no estaban tan húmedas las calles, pero no podía evitar sentirme nerviosa al trasladarme por el carril.

Estaba feliz, había logrado vender dos de las butacas que tenía en exposición y un espejo que hacía más de un año se había convertido en sello único de la tienda. Los extrañaría, pero había logrado llevarme la caja llena, 500 dólares canadienses había sido la ganancia de esa gran compra. Eran artículos grandes, que demoraban en venderse, pero cuando lo hacían representaban una buena ganancia.
El delicioso aroma a pollo asado me dio la bienvenida nada más entrar en el recibidor.

—¿Zoe? ¿cariño, eres tú? —gritó la abuela desde la cocina.

—Sí, abuela.

—Apresúrate, cariño. Debes tomar un baño, los invitados están por llegar. —apareció la abuela portando su vestido de encajes, aquel que utilizaba solo en ocasiones especiales, acompañado de su collar de perlas.

—Abuela, ¿qué invitados? —pregunté sorprendía, no sabía de que esperáramos a alguien.

—Jenna y Matthew vendrán a cenar, Cloe ha sido la de la idea. —estaba comenzando a pensar de que mi familia estaba en mi contra.

—¿Pero cuál es el motivo? —pregunté y parecía más bien una protesta.

—Jenna y Matthew cenan solos todas las noches, y han sido amables con nosotros, lo mínimo que podemos hacer es invitarlos a cenar.

—Matthew no cena solo todas las noches, tiene amigos en la ciudad. —dije recordando el encuentro en la isla.

—Me alegra que estés tan al pendiente de lo que hace Matthew, pero no es lo mismo, Jenna no lo hace y necesita sentirse en un ambiente familiar. —la abuela me guió por las escaleras hasta mi habitación. — Zoe, espero que seas amable.

—Abuela, ¿te enojaras si no bajo? —le dediqué una mirada de súplica.

—Por supuesto, ni se te ocurra, Zoe. —fingió cara de enojo y antes de cerrar la puerta de mi cuarto me confesó. —Matthew prometió traer un pastel de limón.

—Voy a empezar a creer que te gusta Matthew, abuela, o son sólo sus dulces. —me llevé las manos a la cintura y le sonreí.

—Siempre quise tener un novio que supiera cocinar, eso era lo único que tu abuelo no sabía hacer.

—¡Abuela! —chillé entre risas y ella desapareció de mi vista dejándome sola para arreglarme.

Un lunes en la noche, y de todos los planes que Cloe y la abuela habían podido elegir, invitar a los Proulx les había parecido el más divertido.
Matthew había cumplido su promesa y al llegar le entregó a la abuela una caja que en su interior guardaba un pastel de limón.

—Gracias por invitarnos, Jane, es muy bonita su casa. —le agradeció el chico con una sonrisa, mientras caminábamos hacia el comedor.

—Que encantador eres Matthew, eres bienvenido siempre que me traigas algo dulce para acompañar las comidas. —la abuela le regaló un guiño y Matthew se sonrojó al instante.

—Hola, Zoe. —me saludó Jenna con un beso en la mejilla. —Adoro tu vestido. —me confesó. No sé qué le veía de especial, estaba incluso algo gastado, lo había comprado hacía unos meses en una tienda de segunda mano.

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