Capítulo 24

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Habían pasado cuatro meses desde mi viaje a Vancouver, y como habíamos prometido, estábamos preparándolo todo para volver. Esa ciudad había hecho de nosotros las personas más felices del mundo, y que mejor plan que pasar allí las navidades.

El invierno había llegado sin avisar, era lo lógico que podía suceder cuando en mi corazón yacía una eterna primavera. Matthew había regresado a Quebec hacía dos meses, porque tuvo que terminar de grabar el programa para volver.

Somos novios... aún me sonrojo al decirlo.

—¿Estás lista? —interrumpió mis pensamientos cuando entró por la puerta de la tienda.

—Casi, solo necesito terminar de envolver los regalos de todos. —tenía copos de nieve en su rostro cuando se acercó para besarme.

—Te traje macaroms, están recién salidos del horno. —me ofreció una pequeña caja de su pastelería, y comenzó a husmear en las cajas de regalos.

—¿Qué buscas? —le pregunté mientras me llevaba uno de ellos a la boca. Adoraba que todos los días me sorprendiera con un pastel diferente.

—Mi regalo. —sus ojos se encontraron con los míos y temí que pudiera leer dentro de ellos.

—No está ahí, lo escondí en un lugar seguro.

—¿Dónde? Tengo curiosidad de saber que me compraste. —parecía un niño pequeño y me gustó verlo tan ilusionado.

—¿Quién dice que te compré algo? —arqueé mis cejas para confundirlo, estaba disfrutando del momento.

—Zoe... he estado toda la semana esperando. —me suplicó. Caminó detrás del mostrador y entrelazó sus brazos en mi cintura antes de robarme un tierno beso en los labios. Casi logra sacarme la información que quería, pero para mi suerte su móvil nos interrumpió. —supongo que tendré que seguir esperando. —susurró por lo bajo antes de atender a la llamada.

No entendí lo que decían desde la otra línea, solo pude escuchar su respuesta —Sí, mamá, ya vamos para allá. —Me regaló una sonrisa y me acomodó los mechones sueltos de mi cabello. —Somos los únicos que faltan, todos nos esperan.

—Pero ¿y mis maletas? ¿Cloe y la abuela, también están allá? —no podíamos llegar tarde al aeropuerto.

—Stephen me dijo que pasaría a buscarlas. Antes de venir busqué tus maletas, están con las mías. —me tranquilizó y comenzó a ayudarme a guardar las cajas de regalos en mi bolso de mano. Eran cosas pequeñas por lo que no ocupaban mucho espacio.

Tomé mi abrigo y me acomodé la bufanda, Matthew terminó de cubrir mi cabeza con un gorro de lana para protegerme del frío y salimos juntos de la tienda. No volvería a abrirla hasta Año Nuevo.

La nieve caía sin prisa por toda la ciudad, y el Petit Champlain se veía más bello que nunca. La decoración navideña hacía de este un lugar de ensueño. Me entretuve mirando las expresiones de las personas como solía hacer tiempo atrás, y por primera vez me pregunté cómo me verían ellos a mí, ¿alguien notaba que estaba viviendo los momentos más bonitos de mi vida? o ¿que el hombre que caminaba de mi mano poseía un corazón noble y generoso? Supongo que son cosas de la vida no darle importancia a los demás, pero hoy más que nunca quería que supieran con solo mirarme, que estaba más que feliz después de tanto tiempo.

Al día siguiente sería noche buena y queríamos estar en Vancouver antes de navidad. La familia Proulx nos habían invitado nuevamente a su casa, y Matthew tenía aún su apartamento en la ciudad, por lo que había habitaciones para todos. Estas fiestas sin dudas serían diferentes.

Una hora más tarde nos encontrábamos en el aeropuerto las Girou's, los Proulx, Betty y Stephen con todo listo para disfrutar de unas lindas vacaciones invernales.

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