Decidí no confesarle lo que sentía, Matthew se marcharía a Vancouver, y nada lo detendría. Lo tomé como una señal del universo, que me manifestaba a gritos que no era buena idea que estuviéramos juntos.
¿Qué sentido tenía que yo le dijera que me gustaba? Si igual se marcharía. Lo podía ver, comenzaríamos una relación a distancia y lo dejaríamos en el primer mes porque ni siquiera habíamos tenido tiempo para nuestras primeras citas. Si había esperado 25 años por el chico correcto, no pretendía que mi relación con él comenzara de esta manera. Era mejor que me quedara callada, como otras veces había hecho.
Que Matthew se marchara no solo nos afectó a Jenna y a mí. Todos estábamos conmocionados con la noticia. Incluso Stephen, que lo había reconocido como el chico del restaurante, supo que era una mala señal, aunque dada la oportunidad que se le había ofrecido al repostero, no podíamos verlo como una total desgracia.
—Es solo por seis meses. —volvió a justificar Matthew por tercera vez durante la cena. Hacía ya media hora que nos habíamos acomodado en la mesa y por mucho que estuviéramos uno frente al otro, no había logrado mirarme a los ojos ni en un solo momento.
—Pero Matthew, ¿quién se hará cargo de la pastelería?—preguntó mi hermana con preocupación.
—Un amigo se encargará de ella, Jenna y tú podrán seguir trabajando sin problemas. —tranquilizó los nervios de Cloe al aclarar las dudas de su trabajo.
—Pero ¿Jenna se quedará sola en casa? —la abuela se alarmó sólo de pensarlo.
—No, mis padres llegarán mañana en la mañana. Volverán a establecerse en Quebec. —comentó pasando su mano por el cabello de su hermana que aún estaba triste.
—¿Y no vendrás a visitarnos en esos seis meses? —Betty había leído la expresión de mis ojos y trataba de ayudar.
—No podré, el viaje es largo y gastaría mucho en billetes de avión. —volvió a justificarse.
—Es una gran oportunidad, te dará a conocer como repostero nacional e internacionalmente. —comentó Stephen viendo el lado positivo de la partida de Matthew.
—Sí. —contestó con sequedad.
—Te extrañaremos. Cuando vuelvas, prométenos que la primera casa que visitarás será esta. —la abuela hizo que se sonrojara y antes de contestar miró en mi dirección esperando alguna reacción por mi parte. Pero no dije nada, no podía.
El asintió y la abuela quedó satisfecha.—Stephen, estamos tan contestas que hayas venido. Siempre es lindo conocer gente nueva. —Betty trató de cambiar el tema, y centrar nuestra atención en el que debía haber sido el alma de la fiesta.
—Y yo que me hayan invitado. Son una muy acogedora familia las Girou. —en eso todos estábamos de acuerdo.
Decidimos por fin degustar en silencio del maravilloso cordero al horno que había preparado la abuela. Los halagos por parte de todos hacia su forma de cocinar no fueron escasos, y Matthew fue también blanco de la ola de elogios, cuando probamos su exquisito pastel de vainilla.
Ninguno de los invitados pretendía terminar la noche con una simple comida, por lo que a las gemelas se les ocurrió hacer del salón, un pista de baile, y obligarnos a todos a bailar.
Logramos desempolvar el viejo tocadiscos de la abuela, y Cloe fue la encargada de elegir la música.
You are the one that I want, se escuchó en todo el salón, y no hubo quien dejara del mover el cuerpo.
Stephen para sorpresa de todos era un gran bailarín, pero Matthew, el pobre, no logró agarrar nunca el ritmo de la canción.
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Vintage
ChickLitQuebec, la ciudad que guarda millones de historias de amor en secreto. Zoe es una chica de 25 años, dueña de una tienda de antigüedades, enamorada del pasado y la historia, curiosa por naturaleza y de corazón noble. Se interesa sentimentalmente por...