Por alguna razón, hubiera sentido un gran alivio si Mr. Stephen no hubiera aparecido para nuestra cita. Pero lo hizo, y yo tenía que enfrentarme a eso.
No entendía la gravedad de mis nervios, verle doblar la esquina y acercase a mí perfectamente vestido y perfumado, me habían hecho despejar mis dudas.Las citas siempre me habían parecido un reto, solo teníamos dos opciones, podíamos acabar bien o terminábamos muy mal. Para mi desgracia mi historial de citas no era bueno, y esperaba que en esta por lo menos no terminara con algo entre los dientes.
—Estás preciosa. —fueron las primeras palabras que le escuché decir cuando se acercó a mí, y como era de esperarse mis mejillas se tornaron de un color rojo chillón.
—Gracias, tú estás muy guapo. —me regaló una sonrisa antes de besarme en mejilla. Era Mr. Stephen, y yo aún no podía creerlo.
—¿Nos vamos? —asentí con timidez, me ofreció su brazo para así guiarme por la calle de adoquines y comenzamos una pequeña caminata hasta llegar a nuestro destino. —Conozco un lugar muy bueno aquí mismo en el barrio, quizás ya lo hayas visitado. —me alegraba que no quedara entre nosotros un incómodo silencio, como me solía suceder con Matthew.
Llegamos a la Rue 52 du Petit Champlain y nos detuvimos frente a un pequeño restaurante con fachada luminosa y decoración animada; macetas colgadas imitando campanas, esculturas de conejos con aspecto caricaturesco y las luces brillantes de guirnaldas, nos indicaron que estábamos nada más y nada menos que en el famoso restaurante Le Lapin Sauté.
—Espero que te guste la comida Europea. — no había podido elegir un mejor sitio para nuestra cita, si queríamos ser transportados hacia otro continente a través de la comida, este era el lugar ideal.
—Me encanta. —me traía muy buenos recuerdos, mamá y papá solían traernos a Cloe y a mí en noche buena. Pensé en ellos, once meses habían pasado desde su accidente y yo aún no podía hablar del tema, era mejor así, Cloe y la abuela me necesitaban fuerte.
—¿Entramos? —Stephen logró desviar mis pensamientos y traerme de nuevo a la realidad.
—Por supuesto.
Fuimos recibidos en la entrada por un mozo muy bien vestido. Stephen había hecho la reservación desde ayer, por eso no tuvimos inconveniente para que nos mostraran nuestra mesa.
El lugar estaba casi lleno, era muy acogedor y tenía el ambiente perfecto para una cita romántica, pensar en ello me puso mucho más nerviosa.—¿Que tal tu día? —mi día, una gran pregunta, lo malo era respuesta. Lo primero que me vino a la mente era que en todo el día no había probado ninguno de los maravillosos pasteles que preparaba Matthew. Ya me había adaptado a ellos.
—Bien, fue un día normal. —había sido todo menos normal, solo con el hecho de prepararme para una cita ya salía de mi habitual rutina.
El mozo nos acercó el menú con amabilidad, no tuve ni que leerlo para saber que deseaba un Duck Confit, un plato de cinco estrellas y el que siempre pedía cuando visitaba el restaurante. Stephen prefirió una Cassoulet, y pidió para ambos una botella de vino típico de la región.
—¿Cómo va la tienda? —me preguntó mirándome a los ojos, y si soy sincera aunque seguía poniéndome igual de nerviosa, ya no me costaba sostenerle la mirada. Estaba perdiendo que causara ese efecto en mí.
—Creo que logrará salir adelante, he conseguido sustituir los objetos robados y estoy muy satisfecha con el resultado. Supongo que es como dicen, lo que sucede conviene, aunque eso signifique que me roben la inversión. —ambos reímos, estaba perdiendo la vergüenza y ni siquiera había probado el vino aún.
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Vintage
ChickLitQuebec, la ciudad que guarda millones de historias de amor en secreto. Zoe es una chica de 25 años, dueña de una tienda de antigüedades, enamorada del pasado y la historia, curiosa por naturaleza y de corazón noble. Se interesa sentimentalmente por...