19 de Marzo de 2024
Teide lleva una semana sin saber nada de su secuestrador, a base de pan, agua y sonidos de una madera sibilante que cruje a cada paso. Al abrir los ojos, esta vez el paisaje no era el mismo, se habían movido, una habitación de paredes blancas con un megáfono gris plata como elemento discordante de la escena colgando de una esquina aparecieron ante la atenta mirada del astuto joven, que ya analizaba el nuevo escenario.
El inspector de policía se encontraba débil, pero con los sentidos agudizados, se levantó a pesar de que las rodillas le arrastraban hacia el suelo por la escasa fuerza de no llevar una alimentación balanceada y llena de nutrientes. De repente, una voz distorsionada sonó en el megáfono. El sonido era ronco, apagado, pero a la vez conciso e inteligente:
—El motivo por el que te cuesta levantarte es porque el pan pegajoso que te comes por las mañanas es pasta de arroz, se la daban a los soldados en la guerra cuando no tenían que comer, les mantenía concentrados a la vez que facilitaba un completo control y manejo del militar modelo. También le he añadido algunas drogas, para que la combinación fuera más divertida—lo último vino acompañado de una risa seca, hienesca, lánguida, como si la persona al otro lado disfrutara con el sufrimiento de las personas.
Teide intentó ignorar las provocaciones, sabía lo que había estado comiendo, ya había imaginado que se trataba de algún tipo de tortura. El chico se concentró en agarrarse las piernas para poder erguir su postura y así aclarar sus pensamientos en el intento. El secuestrador, que solo quería provocar e irritar al muchacho, se acercó más al megáfono y dijo:
—¿Has intentado averiguar mi género?—la voz tosió y carraspeó con esfuerzo—. El truco estaba en que te dieras cuenta de que todo el tiempo voy a querer retarte—hizo eco una sonrisa, y luego la voz se interrumpió mediante un largo silencio que sin querer invitaba a la reflexión.
Teide ignoró de nuevo lo acontecido, había pensado muchas cosas durante aquella semana, pero no iba a pararse en ello, quería concentrarse en tratar de descubrir si había algo que le diera pistas de dónde se encontraba o de la persona que le había secuestrado. Mirando de nuevo la blanca pared, se fijó en unas pequeñas oquedades que habían ocasionado un hueco lo suficientemente grande como para que se apreciara el ladrillo de color rojo desgastado que sostenía las habitaciones con firmeza. Estaba en un sitio húmedo, probablemente alejado de la luz por la profundidad de la huella que había dejado la humedad, y era totalmente distinto al inicial, ahora todo en vez de estar viejo, carecía de sentido. Había tanto elementos muy nuevos, (como la silla gris de plástico sin marca que se encontraba en la habitación), como elementos muy viejos, (como una mesa de madera vencida por el tiempo). La voz, hizo aparición de nuevo, acabando con el silencio, para formular una amenaza:
—¿Quieres morir, Teide?¿Alguna vez le has tenido miedo a la muerte? ¿Crees que alguna vez se me ha pasado por la cabeza matarte?—las preguntas eran siempre iguales, con una retórica inigualable, se trataba de la misma persona, no había duda, tanto el tono de voz como el estilo a la hora de hablar confirmaban la identidad del secuestrador como la persona del anterior escenario.
Teide, empezó a probar distintos dialectos en su mente, hasta que se decidió por uno, su opción principal fue formular preguntas para ver si encontraba una respuesta:
—¿Hay alguien que no le tenga miedo a la muerte? ¿Alguna vez has pensado en no matarme? ¿Quién en su sano juicio perdería la vida por voluntad propia?
La respuesta de la voz esta vez fue instantánea, como si le hubiera agradado la formulación de las preguntas:
—Piensa en una persona muy enferma, grave, tiene que escoger entre morir o seguir viviendo unos segundos más con sufrimiento y dolor, ¿qué crees que escogerá?—el sonido de una silla moviendo sus patas hacia delante, como haciendo acomodo en una posición concreta se escuchó claro como el agua—. Imagina un caballero de brillante armadura, lleva entrenando desde joven para afrontar cualquier batalla, ¿le temblará la espada si le retan a un duelo a muerte?—las dos preguntas eran complicadas justificaciones, respondiendo con inteligencia y sobriedad a una pregunta que muchas personas se han preguntado alguna vez.
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"El día que decidí que quería matarte"
Mystery / ThrillerUn muchacho de unos veinticuatro años, joven, moreno, con los ojos verdes, las manos callosas y el pelo enredado en miles de tirabuzones, se levanta del suelo en el que se halla tendido y una voz se escucha en un altavoz escondido en la habitación b...