EL DÍA QUE MATÉ A GEPETTO

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19 de Marzo de 2024

Teide coaccionado por su secuestrador se adentró por fin en el interior del lúgubre libro de los asesinatos. Esperando una afirmación clara y nítida de las muertes con nombres y apellidos, Teide pasó las páginas para llegar al primer capítulo, pero para su sorpresa, nada era lo que parecía:

"EL DÍA QUE MATÉ A GEPETTO"

24 de Mayo de 2010

Las sombras me estaban carcomiendo, la vista se me nublaba y entre cuchillada y cuchillada la sangre se daba un festín. Cada vez que entraba y salía el cuchillo hacía una música diferente, más acelerada conforme más rápido se acercaba la muerte. Me deleitaba ese sonido, lo disfrutaba, me quedaba matando meticulosamente, cortando venas y arterias, hasta que se producía la fase del desangramiento y los ojos de mi víctima perdían la vida y el color. La persona a la que cruelmente estoy asesinado, es un anciano, de pelo blanco escaso y calvo a los lados, con gafas cuadradas negras, una chaqueta de cuero marrón y unos vaqueros, dientes de fumador, los ojos azules como dos circonitas, con un moreno casi blanco que le daba un aspecto extranjero.  

Miré el blanco de los ojos de mi víctima y cogí un papel. Rápidamente anoté lo que me vino a la cabeza, antes de que se borrara de mis pensamientos:

"Gepetto salió a la calle indefenso, y el frío de la noche le dio muerte"

Terminada la historia, miré cuál era el libro que más llamaba mi atención de su estantería y me encontré un libro de Kant de mercadillo. Abrí la tapa, y en la página número 6, escondí mi cuento. Siempre dejo lo que me viene a la mente en las casas de mis víctimas, me gusta tener esa sensación de que nadie nunca va a saber lo que he hecho, pero que podrían haberlo sabido si hubieran indagado más en la escena.

Por último antes de salir, dejé el cadáver en el suelo y salí sin dejar huella alguna del apartamento. Vomité en las afueras del conjunto de viviendas y empecé a darme cuenta de lo que había sucedido, acababa de matar a alguien de nuevo, y solo una pregunta me venía a la mente:

¿QUIEN ERA?

21 de Mayo de 2010

Me levanto temprano, ingiero un desayuno cereales con leche y le añado una tortita con fruta variada para completar las vitaminas y nutrientes que necesito. Hace poco que he cambiado el sofá de mi piso, me gusta estar cómodo cuando veo la tele, y el suelo de madera acompañando un elenco decorativo muy informal encaja a la perfección con el combinado.

Salgo de mi piso, bajo las cuatro plantas a escalera y decido salir a correr. Empiezo por calles transitadas, avenidas con gente de compras, hasta que me separo del ruido de la ciudad y llego a los parques. Los parques, mi zona preferida de las ciudades, ese pequeño rincón de naturaleza donde la contaminación acústica y la polución mueren. Sigo corriendo una media hora más y luego me detengo a beber de mi botella de agua, mientras recuesto la cabeza en uno de los árboles en mitad del pequeño paraíso natural. 

Veo pasar la gente, sin preocuparse por lo que tienen alrededor, y me pregunto cómo se puede ser tan feliz sin temer a que un día el futuro los devore, que es lo que probablemente pase. Me gusta estar 10/20 minutos, escuchando a los pájaros y barajando mis pensamientos y opciones, qué es lo que tengo que hacer del trabajo, si necesitaré o no el ordenador, qué me quiero hacer de comer.

Vuelvo a mi bloque de apartamentos, repaso con los dedos los ladrillos rojos de la fachada por si tienen algún desperfecto y miro la pintura blanca del pasillo de la entrada junto al espejo grande, por si se ha deteriorado. Sigo caminando, contando los escalones, una manía que tengo, y llego a mi piso, el cuarto con la letra C en dorado.

"El día que decidí que quería matarte"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora