Capítulo VIII

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Capítulo VIII

Sol Negro

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El rickshaw se movía por las calles adoquinadas de la ciudad. Mai se balanceaba suavemente en el interior cerrado, no estaba de humor para mantenerlo abajo pese a las protestas de su madre que viajaba con ella. Honestamente no estaba de humor para nada.

Desde su regreso de la Isla de Shu Jing había permanecido mas estoica y taciturna de lo normal. Su corazón se estrujaba y dolía al recordar lo que había sucedido hace apenas una semana. En ese momento iban camino al palacio, al funeral de Zuko.

Una vez que llegaron no pudo evitar pensar en la ultima vez que estuvo ahí. A ella le tocó el trago amargo de explicarle al Señor del Fuego lo que había sucedido. No es que hubiese tenido una opción al respecto, fue llamada a una audiencia con él en el momento en que llegaron al muelle. Por supuesto que ya le habían avisado de lo sucedido.

Sentada en aquella imponente sala no podía entender como su padre podía soportar estar en un lugar así. El ambiente era sofocante, como si una serpiente se enredase por tu cuerpo esperando el momento para asfixiarte.

Había explicado todo desde su punto de vista, sin omitir nada, especialmente el comportamiento excesivo de Azula en acosar a Zuko. Honestamente ya no le importaba ser un poco grosera por la forma en que se expresó respecto a su amiga. El Señor del Fuego podía ordenar su ejecución por su imprudencia y falta de respeto hacia su hija, pero estaba cansada, acababan de llegar de Shu Jing, una parte de ella apenas estaba procesando que esto era real, que Zuko había muerto, pero en su interior no dejaba de arder la rabia hacia el hombre que ocupaba el trono en llamas. Había sido su culpa.

Él había dado inicio a todo esto. Esta absurda enemistad entre hermanos. El dejar que Azula hiciera lo que quisiera. No había forma que no supiera de sus intenciones, que seguiría a Zuko para enfrentarlo. Él pudo haber evitado todo esto, pero no lo hizo, le pareció mas divertido ver de lo que eran capaces sus hijos al enfrentarlos. Y ahora este era el resultado.

Podía sentirse muy mezquina al desear que Azula muriera en lugar de Zuko, pero su corazón no lamentaría mas la muerte de su amiga de lo que ahora sufría por el joven que había amado por tanto tiempo.

No iba a engañarse a sí misma en no estar molesta con Zuko cuando se enteró del tipo de relación que tenía con la maestra agua. Verlos en el festival solo había echo crecer sus celos, un deseo enfermizo de aniquilar a la chica naciendo desde sus entrañas. Azula se la había prometido, que hiciera lo que quisiera con ella, no había perdido oportunidad en lastimar su orgullo cuando mencionaba que la maestra agua solo estaba utilizando a Zuko, dejándose hacer lo que quisiera a cambio de estar en sus buenas gracias.

A Azula le habían prohibido tocarla por orden del mismo Señor del Fuego, y ella ya le había insinuado que lo hiciera en su lugar, lo cual se negó, no por falta de motivos, pero si por miedo a las represarías, un castigo del Señor del Fuego no era algo que tomar a la ligera, y después de la advertencia que obtuvieron camino a la isla, no pudo evitar estremecerse sobre posibles repercusiones. El rostro quemado de Zuko era suficiente recordatorio de que ella podría obtener una marca igual.

Pero verlos juntos en el festival y comportarse de esa manera ridícula le hizo olvidarse de consecuencias. Si Azula enfrentaba a su hermano como tanto quería, ella definitivamente haría algo con la maestra agua. Las excusas podían darse después de que acabara con la zorra.

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