Capítulo III

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Capítulo III

Falsas alianzas

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       Katara se encontraba sentada en el alfeizar interior de la ventana mirando hacia un punto en el infinito. Era una mañana muy linda y la habitación daba vista aun hermoso jardín. Había una tasa de té frente a ella pero estaba segura que se había enfriado hace mucho. Aunque intentara, y muy duro, de distraerse con el paisaje que estaba frente a sus ojos simplemente no podía evitar repasar los hechos ocurridos la pasada noche. 

         Honestamente resultaba imposible que lo olvidara de la noche a la mañana, ella lo sabía, pero aun así trataba de engañar a su cerebro con otros temas como su cautiverio, en Aang y la esperanza de que estuviese vivo, o lo que sus amigos estuvieran haciendo, si se encontraban a salvo o no. Había tantas cosas en las que podía pensar que fácilmente la pudieron haber sumido en un mar de incertidumbre y dudas, como lo había estado desde que llegó a la Nación del Fuego. Pero en ese momento, mientras su traidora vista se posaba deliberadamente en la bien oculta entrada al cuarto de aseo, resultaba inevitable que todo regresara a ella como una pared de ladrillos golpeándola crudamente.

       Ya no quedaban rastros de la pelea. Ella y Ayu se durmieron tarde acomodando todo sin llamar a ninguna otra persona, en parte porque no deseaba que nadie se enterara de esto y en segundo porque no quería pensar en las repercusiones que traería. Le habían dicho que era importante como prisionera, pero después del trato que recibió de Azula no dudaba que el Señor del Fuego ordenaría un castigo ejemplar por haberse atrevido a enfrentarse a su hijo. 

        Por el momento lo sucedido había quedado solo en tres personas, Zuko, Ayu y ella.  Ayu le comentó que los guardias no estaban en su lugar a su regreso, algo realmente extraño pero que actuaba a su favor, existían muy pocas probabilidades que la noticia se esparciera en el palacio.

       De lo otro no quería ni pensar.


       Después de que Zuko se marchara se quedo inmóvil en el frio piso del baño, respiraba agitada y jadeante. Su mente no le daba una respuesta coherente a lo que había hecho. Su cuerpo comenzó a temblar. Intentó cubrirse de nuevo con la bata de seda, pero aquel simple tacto le recordó el de él. Sus caricias estaban aun frescas y podía sentir sus labios sobre su piel. Sentía palpitaciones extrañas en su entrepierna húmeda.

        Ayu anunció su llegada con un grito, entró apresuradamente al baño donde la encontró muy desorientada y aún con su rostro sonrojado.

        – ¿Qué paso? – no tenía ni idea de que responderle. Su desconcierto era mas que obvio – ¿Peleó de nuevo con el príncipe Zuko?

        – ¿Cómo lo supiste? – su reacción fue inmediata, solo el escuchar su nombre su entrepierna palpitó, reprimió el jadeo que estaba a punto de salir de sus labios.

         – Lo vi salir, y se veía muy molesto y... desarreglado. Pero al ver todo esto...

         Ignorando las sensaciones en su zona sur observó a su alrededor, era casi imposible negarlo, no había sido su imaginación.

         – ¿Qué fue lo que pasó? – repitió la de la Nación del Fuego. Ella también quería saberlo, no sabía que responderle, pero antes de que pudiera decirle algo observó como el rostro de Ayu cambió de la incertidumbre a un semblante de evidente preocupación – No me diga que el príncipe y usted... No puedo creerlo ¡El príncipe Zuko haciendo eso! ¡Trató de obligarla! – cuando menos lo pensó Ayu estaba enfrente de ella sosteniendo sus manos – Lo detuvo ¿verdad?

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