Capítulo II

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Capítulo II

Princesa de hielo

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Pasó una quincena para que las heridas de Katara sanaran medianamente bien. Gracias a los soldados que bloquearon su control no podía usar su elemento por lo que le resultaba imposible sanarse a si misma, además, sus heridas se infectaron, lo que la mantuvo con una intensa fiebre los primeros días desde que la cambiaron a esa habitación y pésimamente convaleciente el resto. Apenas había recuperado las energías para levantarse de cama por si misma. En ese momento estaba cambiándose de ropa ayudada por una joven que, desde que estaba en ese lugar, se convirtió en algo parecido a su enfermera. La chica que se había presentado con el nombre de Ayu la ayudaba a vestirse, bañarse, y tratar sus heridas, días pasados la alimentaba, pues había estado demasiado débil como para hacerlo ella misma.

Quitó sus ropas, los vendajes con especial cuidado, observó su reflejo en el espejo, no le gustó lo que vio. Era notoriamente mas delgada. A pesar de que ahora la alimentaban bien, a comparación de cuando estaba en la horrible celda donde apenas y le daban agua (dejaron de hacerlo cuando pasó el incidente con los guardias que trataron de abusar de ella), su apetito no había sido el mejor dado lo enferma que estuvo; al principio vomitaba todo lo que ingería, por lo que su dieta se limitó a té, medicamento y una extraña pasta a la que nunca le hallaría el gusto pero que la chica de la Nación del Fuego le aseguraba que era excelente para recuperar fuerzas y le animaba a comerla toda.

Sus grandes mejillas de las que Sokka gustaba burlarse pues decía que era la firma que aun era una bebé no quedaba mucho, ahora solo había un páramo ligeramente curvo terminando en sus pómulos marcados, sus ojos se notaban terriblemente mas grandes, se preguntó si su nariz siempre fue a si de pequeña o su propio organismo la había consumido al igual que otras partes de su cuerpo. Los golpes en la cara desaparecían poco a poco, pero aun existía un rastro obscuro en su piel donde antes fue abatida. Le faltaba mucho por sanar.

Al darse la vuelta y mirar su espalda su gesto no mejoró mucho, vio las heridas de su tortura. Se molestó bastante, si tuviera su agua control habría desaparecido todo rastro de aquellas lesiones, pero por ahora solo se conformaría con que hubiesen sanado un poco y que pudiera dormir boca arriba un par de horas sin sentir demasiado dolor.

Ayu colocó un ungüento en las heridas para después cubrirla con vendas, lo mismo hiso en su muñecas. Al terminar la vistió con un traje típico de la Nación del Fuego, la diferencia era que los colores no eran en diferentes tonalidades de rojo, si no de azules y turquesas. Desde que estaba ahí nunca vistió nada que representara la nación donde se encontraba, lo que parecía sumamente extraño, incluso la habitación, su prisión, no era como lo esperaba, se podía decir que estaba con muchos lujos y comodidades, lo que a ella le parecían extraños. Algo había mal en todo esto.

- Hoy es un lindo día ¿no cree?

A través del espejo observó el reflejo de la muchacha. Esto era también una situación insólita. Katara sabía que estaba tratando de ser amable, esforzándose en querer darle un poco de conversación aunque ella se había negado a hablar desde que estaba bajo su cuidado. Suavemente le acariciaba el cabello mientras la peinaba. Era extraño que la tratase con tanta cordialidad, que se dirigiera a ella con respeto y atención cuando era una prisionera que ya había atentado contra personas de su nación, que ayudaba al avatar y quería derrocar al Señor del Fuego, en pocas palabras su enemiga. Y sin embargo, estaba segura que la forma de ser de Ayu era honesta y sincera. No había malicia en sus acciones o conversaciones, en el fondo era una muchacha amable, pese a que Katara nunca le respondió. En ocasiones quiso hacerlo, entablar una conversación, pero ¿De qué hablarían? Simplemente no se creía capaz de mantener una plática casual sin tocar el tema de su incierto destino.

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