Capítulo V

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Capítulo V

Sucesos Inesperados

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El sudor bajaba por su frente, la gotita corrió por su rostro hasta llegar a su nariz y desde la punta descender por la gravedad hasta el suelo. Sus brazos dolían cada vez que impulsaba su cuerpo hacia arriba, descendía y subía nuevamente, inhalando por la nariz, exhalando por la boca.

Lagartijas, nombre estúpido para el ejercicio que estaba realizando, pero no importaba si los resultados eran buenos.

Sokka se detuvo haciendo una respiración profunda mientras agitaba un poco sus brazos, ya no le temblaban como gelatina como hace unas semanas y los resultados se estaban viendo. Su cuerpo flacucho había tomado forma, su espalda se había ensanchado al igual que sus brazos, en sus piernas había mas resistencia y músculos se marcaron en su abdomen. Su condición se había vuelto optima, después del calentamiento quedaba entrenar sus movimientos.

Golpeaba el aire pues no tenía un contrincante digno. Aang no sabía de estilos de pelea y Toph estaba excluida por obvias razones. Tenía conformarse con un enemigo invisible. En el pasado había sido Katara o su maestro, pero desde que inició el viaje recorriendo el mundo había descuidado esa parte de él. Tomó mas importancia en liderar y guiar al grupo del que se sentía responsable al ser el mayor. Aunque combates y peleas estuvieron al orden del día, prefería confiar en sus compañeros en esa parte, al ser controladores de elementos les daba una ventaja enorme en un encuentro, una que él no tenía. Con lo que si contaba era su cerebro e ingenio. Se fiaba mas con sus instintos que con sus músculos, y en mas de una ocasión eso les había librado de situaciones peligrosas.

Pero ahora todo había cambiado. Ya no estaba dispuesto a quedarse de brazos cruzados en las peleas y planear escapes o intrusiones, ahora entraría en batalla de manera activa. Y para estar a la altura tenía que regresar a su antiguo entrenamiento.

Lo que pasó en Ba Sing Se lo dejó profundamente destrozado. Siempre había confiado en su hermana menor, no solo por el echo de que los uniera la sangre o su lazo fuera bueno, si no porque la conocía perfectamente. Sabía de sus capacidades, determinación y fuerza de voluntad. Si pensaba con claridad, todo esto había empezado por ella. Por su ridícula idea de ayudar al avatar y terminar esta guerra.

¿Qué por los espíritus le hizo creer que podía hacerlo? No lo sabía, pero esa estúpida idea germinó también en él y en Aang. Le creyeron, no porque fuera posible, si no porque ella así lo creía, y como las ondas creadas en el agua cuando una roca cae en ella, ellos vibraron por su golpe.

Sin embargo, fue demasiado estúpido y confiado. Subestimó al enemigo. Un enemigo que era imparable, que por cien años había peleado contra el mundo y aunque aun no lo conquistaba, tampoco había sido vencido.

Y Katara y Aang pagaron las consecuencias.

Si, su hermana era fuerte, pero aun era una niña, no una maestra agua con la edad y experiencia suficiente para salir bien librada de una pelea como a la que se indujo ella sola para salvarlos.

Apretó sus puños con fuerza, la patada que dio al aire impulsada con la fuerza de su cadera fue buena, escuchaba al viento silbar por sus movimientos.

Habían perdido mucho ese día, pero pudieron haber perdido mas.

Se detuvo de su entrenamiento, había tenido suficiente. Observó a la distancia al niño de cabello obscuro y pañoleta roja en la frente que ocultaba la marca de una flecha azul. Katara lo salvó de una manera casi milagrosa, el curandero que atendió a Aang después, le sorprendió incluso que estuviera con vida, su orgullo como hermano se enardeció y al mismo tiempo se sintió como un miserable por abandonarla.

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