Era Nochebuena. Justo una semana después de que Anahí hubiera ido a ver a Alfonso. Aquella mañana había decidido decorar la casa y había subido al ático, pero olvidó la decoración al encontrarse con los objetos de Parker que Alfonso había dejado en el suelo. Los guardó y fue a sellar las cajas, pero cambió de idea y las bajó.
Volver a colocar sus cosas en las estanterías le sentó bien. Dejó los juguetes en el cuarto que ocuparía su futuro hijo y colgó las fotografías en los huecos que solían ocupar. En cuanto terminó tuvo la sensación de que la casa había cambiado. Era más acogedora, más completa, como si le hubieran faltado trozos.
Siempre echaría de menos a Parker, pero por fin podía recordarlo sin el dolor que llevaba dos años intentando ahogar. Y también podía empezar a perdonarse los errores que había cometido en el pasado.
Había llegado la hora de comenzar de nuevo. Solo lamentaba no tener a Alfonso a su lado. Pero tenía que aceptar que no había para ellos un futuro común.
Los documentos para firmar el divorcio y su oferta económica seguían sobre la mesa de la cocina. Y Anahí se disponía a firmarlos.
–Vamos –dijo en alto. Y posando la mano en su vientre, añadió–: Nos arreglaremos sin él.
En se momento sonó el timbre de la puerta. Con un suspiro, Anahí dejó el bolígrafo y fue a averiguar quién era. Al ver a Alfonso apoyado en la jamba, con su vieja sudadera de la universidad y unos pantalones gastados, se quedó perpleja. El corazón se le aceleró a la vez que lo inspeccionaba. Tenía un brillo vivaracho en los ojos y había vuelto a dejarse una corta barba.
–¿Vienes por los documentos? –preguntó Anahí, secándose las manos en los pantalones.
–No –contestó Alfonso–. Tengo un regalo de Navidad para ti. Para ti y para el bebé –ante la mirada de asombro de Anahí, añadió–: Ven a verlo.
Al seguirlo hacia la acera, Anahí vio un monovolumen familiar y dedujo que le habían dado el alta para conducir, pero le extrañó que hubiera elegido aquel modelo. Ella era quien solía conducir coches prácticos y espaciosos, mientras que a él le gustaban los deportivos. ¿Sería el regalo tan grande que había tenido que pedir un coche prestado?
–¿Es tuyo? –preguntó, señalándolo cuando llegaron a su lado.
–Sí, he decidido que era hora de madurar.
La parte de atrás estaba abierta y a través de las ventanas tintadas Anahí pudo ver la jaula de un animal. Al asomarse, se quedó boquiabierta al ver un cachorro de beagle. Alfonso abrió la jaula, lo tomó y se lo puso en los brazos.
ESTÁS LEYENDO
Siempre Conmigo
RomanceTodo dependía de su capacidad para recuperar el amor de su exmarido Tras un accidente, Alfonso Herrera sufrió una amnesia que le impedía recordar los últimos años de su vida, incluido el hecho de que había abandonado a su mujer. Y esta, Anahí, decid...