Capítulo 6 "La propuesta"

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El humo del cigarro que Samael prende, sentado en la cama, anuncia que la sesión ha concluido. María ya puede irse. Y él puede retornar a su soledad física y sentimental. Ella está enredada entre las sábanas aún. Tiene cubierta la barriga y algunos tramos de las piernas. Todo lo demás lo alcanza la vista: sus pechos turgentes, suaves y de pezones oscuros y su sexo perfectamente depilado.
"Esta chiquilla sabía perfectamente a lo que venía" recalca su pensamiento algo que es más que obvio. Él sabe que María sólo lo busca para eso, para intimar, como dos demonios rebosante de lujuria.

Ella duerme plácidamente. Su pecho se mueve arriba y abajo con un ritmo constante. En su expresión reina la tranquilidad. Se ve tierna, vulnerable y delicada, como una rosa blanca en medio de un jardín. Pero no lo es.

Samael alza una ceja y deja caer el cigarrillo sobre el cenicero que descansa sobre su deteriorada mesita de noche. Lleva la mano al muslo de ella que más cercano se le torna y lo agita mientras repite su nombre. María deja escapar el sonido vibrante de sus cuerdas vocales, pero no forma ni una palabra. Le da la espalda al chico e intenta volver a dormir.

—Hernández —Samael continúa insistiendo con calma y le aprieta aún más la piel—Hernández.

Ya le hizo una marca roja en el muslo. Y continúa. Sigue intentando sacarla de los brazos de Morfeo y pierde la paciencia en el proceso.

—¡Hernández, maldita sea!¡Despierta ya!

—Déjame en paz Samael—Tan desconocidos eran que ella no sabía cómo responderle con el apellido de él— Tengo mucho sueño.

—Ese es tu problema. Vienes, te insinuas y después de que lo hacemos te quedas dormida como marmota en pleno invierno.

Ella suelta otra vez ese sonido gutural y habla arrastrando las palabras. Se nota que no está lo suficientemente consciente.

—Deeeejame dooorrmiiiir. Me dejaste exhausta.

Samael golpea su propia frente irritado. La poca paciencia se le está agotando por cada segundo que transcurre. Pasa esa mano por su cara y luego por su pelo. Rasca su cabeza. Alborota así sus cabellos pardos.

—María, ya es hora de que te levantes. Recuerda que tu padre está por regresar. Y eso es en el mejor de los casos. Tal vez ya volvió y te está esperando con el cinturón en la mano.

El cerebro de ella crea la imagen en su cabeza y de inmediato el pánico la invade. Su padre es amorosos, pero muy estricto. A pesar que se ha pasado la vida desobedeciéndole aún le guarda mucho respeto y un poco de miedo. Siempre le ha tenido fobia a los golpes. Y su papá, cuando ella hace algo mal, no duda en dejarle la piel marcada de rojo y de mandarla a su habitación.
Por eso, María siempre procura llevar su doble vida con discreción para que su padre no se entere. Es su forma de saciar la necesidad de rebeldía de su edad, pero a la vez evitarse las consecuencias.

María abre los ojos de golpe y pregunta por la hora al joven que ya se ha levantado del colchón.

—No lo sé—Responde Samael mientras sube sus calzoncillos—Este cuarto no tiene ventanas para observar el cielo, ni yo tengo celular.

Levanta la mitad de su cuerpo de la cama. Se queda sentada entre las sábanas. Sus cabellos muestran a la perfección que no fueron tratados con delicadeza. Mira a su alrededor como buscando algo. Luego exclama utilizando un tono bastante irrespetuoso y grosero:

—¡Algún maldito reloj debe de haber en la pocilga esta!

Samael hace caso omiso al último comentario—¿Y dónde está tu móvil?

Ella se enfada consigo mísma-Acabo de recordar que lo dejé en casa.

—Bueno...—Samael cubre su pecho con una camiseta. Se muestra indiferente y tranquilo—ruega para que tu padre no haya llegado.

"Hijo del Diablo" [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora