Capítulo 9 "Copas y puros en el Naitt"

8 3 0
                                    

A las siete y veinte de la noche, después de una larga ducha helada, Samael se hunde en su closet en busca de las prendas y accesorios que usará para la ocasión. Está envuelto, en una toalla blanca, de cintura para abajo.
Luego de probarse varios conjuntos, y de dejar la habitación patas para arriba, elige una camisa negra de mangas cortas. También pantalones. Están hechos de mezclilla de igual tono que la pieza textil que cubrirá su pecho. Los zapatos seleccionados son del tipo botín y del mismo color que el resto de la ropa.
Acomoda todo lo que desorganizó y coloca las prendas que usará sobre las sábanas tendidas en la cama.
"Es un bar, no la gala de entrega de los Óscar" piensa a modo de excusa por elegir algo no demasiado formal.

Retira la toalla húmeda y la deja caer a un lado de la ropa. Todo su cuerpo queda expuesto, pero no por mucho tiempo.
Lo primero que obviamente hace, es buscar en una gaveta y ponerse un par calzoncillos. Introduce la mano. Al azar toma unos que son rojos con bordes negros.
Mete la pierna derecha y luego la izquierda. Los sube hasta la altura de las cadera. Deja así, bien guardadas, sus parte íntimas. Ya puede dedicarse a cubrir lo que le resta de desnudez.

Se viste lentamente con el resto de la ropa. Abotona su camisa y la acomoda por dentro de sus pantalones. Los cierra y los ajusta aún más a su cuerpo, con un cinturón de hebilla dorada y cuero negro. Esta pieza va a juego con los zapatos, como debe ser.

Pasa una cadena como el oro y de eslabones pequeños, por encima de su cabeza. La deja colgando del torneado cuello. Coloca dos anillos y un reloj en la muñeca, todo esto queda en su mano mano izquierda.

Samael se ve refinado, a la par que misterioso. Está atractivo, pero para nada ostentoso. Sabe muy bien que los tatuajes de sus brazos ya se robarían suficientes miradas de extraños. Tampoco se le hace necesario usar muchas más prendas y artilugios. No necesitaba ni un detalle más en su aspecto.

Comete otra vez el "error" de verse demasiado interesante; pero no hace nada al respecto porque ni él mismo se da cuenta de esto. Tampoco tiene la culpa de verse bien con lo que sea que se ponga encima.

Va al baño. Se echa un último vistazo al espejo. Le agrada su aspecto actual y sólo hace por acomodarse un poco el cabello. Utiliza sus diez dedos como peine.

A las ochos menos cuarto escucha el sonido de la puerta cuando es golpeada. Sabe que las probabilidades de que sea Carlos son casi del ciento por ciento.

Las llaves estaban encima de la mesa de la sala.

Las toma.

—¿Quién es?—Pregunta para más seguridad. Se queda parado delante de la puerta de madera esperando la respuesta.

—El hada madrina.—Carlos finje una voz de anciana del otro lado—Abre mi niña.

Samael desliza el pasador de acero que está a la altura de sus ojos. Mete una llave plateada en la cerradura y abre.

—¿Hada madrina?—Ese es el saludo que le brinda a su amigo por la broma—Tú eres idiota.

Carlos está usando un conjunto que es muy parecido al del castaño, con la diferencia de que él lleva puesto un abrigo gris para protegerse del frío. Además los colores de sus pantalones y camisa son más claros.

Observa a Samael de arriba a bajo con desaprobacion y burla.

—Y tú, pareces un maldito emo. Existen otros colores ¿Lo sabes, verdad?—Contesta magistralmente y luego se adentra a la casa—¡Ah! y "hola" para ti también, cabrón.

Samael ve entrar a Carlos, y nota hasta ese momento que su amigo anda solo. Frunce el ceño con dudas. Saca la cabeza y la mitad de su cuerpo a través del umbral. Hace un poco de frío en el exterior. Ya sabe que debe ponerse algo que lo abrigue un poco más.
Mira a la derecha, a la izquierda, derecha otra vez. No ve a nadie en la calle. Al menos, no a alguien que conozca. Luego se mete de lleno en su casa y junta la puerta tras él.

"Hijo del Diablo" [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora