—Acepto, pero será durante un mes—Responde por fin a la oferta de empleo de Hernández.—Es para ayudarlo y que descanse un poco.
Están en la oficina del doctor. Un lugar pequeño, asfixiante y con una única ventana por donde entra la mayor parte de la iluminación presente. Las cuatro paredes lucen un tono de verde espantoso. El suelo es blanco, sin embargo no está muy limpio. Se aprecían las colillas de cigarros y los restos de tabaco a simple vista. También hay recetas médicas y documentos inservibles que han desbordado el cesto de basura. Están sentados frente a frente con el escritorio en medio.
—Por mí, todo perfecto—Dice el doctor con alegría y se acomoda hacía tras en su silla giratoria.—Acepto ese tiempo.
Se mueve lentamente de derecha a izquierda. Se ve muy a gusto y se siente imponente. Como si fuese un trono. Además acaba de marcarse una pequeña victora. Por supuesto que se siente bien.
—Luego de ese tiempo regresaré a mi normalidad.—Advirtió el chico con simpatía—.Y no quiero volver a saber nada sobre que usted u otras personas de este barrio estén interesados en mi vida privada. Aquí, todo el mundo sobrevive como puede y a veces no de la manera políticamente correcta. Así que, a mí no tienen porqué tocarme los cojo...—Se detiene justo antes de decir una buena barbaridad. Entonces se rie solo.
—No hay necesidad de ponerse vulgar.
—Sí, lo sé.
—Y te ya dije que no me interesa en lo más mínimo. Lo que hagas, con tu tiempo de existencia en este mundo, es asunto tuyo; y de nadie más.
Samael asiente con la cabeza. Está completamente de acuerdo con Hernández. El doctor se levanta de su asiento movedizo lentamente. Abre el primer cajón de un archivador negro que queda a su lado.
—¿Puedo prender un cigarro?—Pregunta el chico castaño de los tatuajes. Y va sacando la caja del bolsillo izquierdo de sus pantalones.
—Claro.—Recibe en respuesta afortunadamente—. Aunque, ahora que vas a trabajar aquí, debes saber que está prohibido fumar en cualquier otro lugar que no sea este. Más que por nada, por mis pacientes.
Samael ya tiene el cigarrillo en la boca. Acerca sus manos para prenderle fuego con su foferera.
—Entiendo—Se escucha el típico sonido, distorsionado por tener los labios apretados contra el cilindro blanco relleno de tabaco.
Cuando lo enciende guarda la caja y la fosforera bolsillo de antes. Toma un poco del humo, y lo retiene. Luego lo deja salir.
Mientras tanto, Hernández, busca entre los documentos dos papeles grandes que sean completamente nuevos y un papel carbón. No tarda ni diez segundos en hallar todo. También toma una pluma azul, aunque ya casi no tiene tinta. Hernández, pone todas sus esperanzas en que justo en ese momento no falle. Vuelve a la silla de antes y se acerca al escritorio hasta que su abdomen toca contra la madera.
Samael observa todo en silencio. Su cigarro se está deshaciendose lentamente.
El doctor coloca el papel carbón en medio de las hojas blancas yhace coincidir los bordes de los tres. Se apoya en el escritorio y escribe algo con velocidad. Cuando termina deja su firma en un extremo.—Ya está.
Samael inhala para tomar el humo.
—¿Que és eso?—Interroga y después deja escapar el gas gris.
Hernández aproxima al chico las páginas blancas.—Firma en ambas.
Samael apaga el cigarro retorciéndolo en el cenicero que está en el escritorio.
—¿A qué está jugando?
—¿No quieres trabajar durante un mes? Pues aquí tienes el contrato.—Le explica con calma—No es lo más profesional del mundo, pero al menos ambos nos quedamos con una copia. Y si algo pasa, sirve como prueba del acuerdo.
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"Hijo del Diablo" [En proceso]
عشوائيSu cuerpo y alma fueron marcados por su pasado, como si fuese ganado.Todo lo que hizo y lo que dejó de hacer lo atormenta constantemente. Sabe que una vida difícil lleva a tomar decisiones horribles, y además, que es odioso existir a merced de t...