A mediados de semana y después del turno de la mañana Samael decide darse una vuelta por el centro de la ciudad.
Trae puesto su conjunto de pantalón y sudadera negros. Con la capucha está cubriendo su cabeza. Al parecer hoy se siente con el alma oscura. O quizás más oscura de lo normal.Quiere visitar un local de tiro que le pertenece a un antiguo marine norteamericano.
Samael decidió que hoy sería un buen día para ir a practicar su puntería. Siente que perder la práctica en este tema podría ser arriesgado en yn futuro inmediato. Pocas son las veces que su instinto le ha fallado. Y no está de más señalar que eso de reventar siluetas humanas le sirve para relajarse.La noche anterior había sido lo bastante turbulenta como para dejarlo mental y físicamente agotado. María se coló en la clínica a la una de la mañana. Se fue casi al amanecer.
Samael no sabe de donde esa chiquilla saca tanta energía y potencia sexual. Otras, con más edad y experiencia caen exhausta a la hora y media ante el ritmo pelvico del chico. Pero esta es como esos cachorros que no saben cuando soltarse de las mamas de su madre. Tragan y tragan hasta que el animal que les dio la vida se queda con solo la energía necesaria para respirar.Tuvieron sexo en el salón de espera. Luego ella se fue con el mismo descaro que llegó y le tocó a él acomodar todo ese desastre solo.
Samael cruza la avenida principal y toma un autobús en el que tiene que ir en pie apretado contra la puerta. ¡Genial!
Cuando llega al negocio, abre la puerta y lo primero que se escucha a la distancia son los disparos.
El lugar es espacioso. Se divide en tres locales: uno para disparos en el exterior, otro para destruir objetivos en movimiento mientras te desplazas por una plataforma con obstáculos y un último lugar con cabinas.
Uno de los empleados lo saluda. Le pregunta qué arma desea usar y el tipo de ejercicio que desea realizar .
-Una pistola.-Le dice él de inmediato-Una cabina normal y munición como para meterle una bala en la cabeza a cada integrante del ejército nacional.
-Está bien. Aunque eso le costará.
-El dinero no es problema. Tú déjame disparar hasta que me duelan los brazos.
Samael pasa junto a la zona de los disparos a los objetivos en movimiento para llegar a las cabinas.
A sus lados hay dos personas armadas con fusiles de caza. Solo los separa una delgada barrera de cristal antibalas.Al castaño le traen una 9 mm cargada y varios cargadores. Se coloca las orejeras para que ruido no le moleste y las gafas protectoras. Adopta una posición rígida, con la mirilla a la altura de los ojos. Presiona el gatillo. Hace rugir el arma por primera vez. El proyectil impacta en la pared junto al objetivo.
-No puedo creer que haya perdido tanta práctica-se dice antes de volver a adoptar la posición anterior.
Dispara por segunda vez. Ahora le da a la silueta humana, pero en la zona de lo que sería el brazo derecho y eso lo enoja un poco. El centro de la cabeza es el sitio donde quiere meter las balas.
-¡Mierda! -Exclama entre dientes. -Se nota que llevo meses sin usar un arma de fuego contra alguien.
Lo intenta por tercera vez y vuelve a darle a la pared.
Baja el arma. Con la mano que le queda libre lleva las orejaras a su cuello. Está bastante estresado ahora y se siente inútil. Antes, era capaz de insertarle una bala en la sien a un tipo sobre una moto a veinte kilómetros por hora.
-¡¿Pero qué cojones te pasa, Samael? !-Se regaña.
-Te hace falta centrarte-Una voz femenina lo hace voltear.
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"Hijo del Diablo" [En proceso]
AcakSu cuerpo y alma fueron marcados por su pasado, como si fuese ganado.Todo lo que hizo y lo que dejó de hacer lo atormenta constantemente. Sabe que una vida difícil lleva a tomar decisiones horribles, y además, que es odioso existir a merced de t...