El barrio donde habitan la mayoría de los integrantes de los dragones tiene un nombre extraño y esa atmósfera pesada de mafia extranjera. Literalmente cruzas la calle donde empieza el vecindario y se comienzan a ver chinos con caras de asesinos seriales. Hasta las mujeres. Son seres hermosos, pero de rostros rígidos como piedras. Sus miradas se pierden tras esos ojos rasgados. Nunca sabes si te observan o solo miran con indiferencia. Para rematar son tan calladas como lápidas. En resumen, dan la impresión de que en calquier momento van a sacar una enorme, afiladísima y hemosa daga del liguero de sus medias para encajarla en el centro del pecho al primero que las mire más de dos veces. Y esa sensación está más que justificada. Después de todo, es un lugar donde hasta el que vende comida callejera sabe arte marciales y mil manera de asesinar a otro ser humano. Por lo demás es completamente como una postal: lámparas, letreros en su idioma, personas comienzo con palillos trozos de algo que parece pulpo.
Samael se da a la tarea interminable de ir con cautela. Conoce de vista a algunos de los proveedores de Junior. Sin embargo son demasiados.
Gracias a comentarios que salieron de la boca del rubio, Samael tiene conocimiento de que en el sótano del restaurante de comida tradicional más popular del barrio se mueven algunas de esas lacras que venden hierva y que un tal "Jin" es el líder de ellos. No hay que decir más de una vez qur ese negocio gastronómico en realidad es solo la fachada. Sin embargo sirven platillos que son una delicia. Definitivamente los chinos sí que saben hacer las cosas bien.
Samael se adentra al oscuro sótano sin tener de todo claro como va lograr loq ie quiere. Le tocará usar el embuste, pero eso se le da bien. Normalmente, no piensa sus mentiras. Ellas llegan del aire. De la inspiración y de la tensión del momento.
Sin embargo, estos tipos no creen en casualidades ni en historias a medio narrar. Samael tampoco. Así que si lo matan ahora, muerto queda y a Junior y a Carlos que los busque el mismísimo espíritu santo.
Pregunta por Jin a un asiático gordo, con barba de candando y un parche negro que le cubre la órbita derecha. Tiene brazos gruesos, tatuados con tinta roja. Un aire de prepotencia y peligrosidad lo rodea, como si la lista de personas que ha matado fuera parte de su aura.
Él pregunta a Samael cuál es el motivo de su llegada. El joven contesta lo que cree va a hacer un motivo jugoso.-Vine a hacer negocios con Jin.
-¿Tú? Si más bien parece que necesitas limosnas para comer.
-No se deje engañar por mi apariencia mi amigo. Tengo muchísimo dinero. Pero en este negocio hay que ir con discreción. Hubiese mandado a alguno de mis empleados, pero nadie es lo suficientemente confiable.
El sujeto se queda callado. Muestra de que no va a ceder fácilmente ante sus frases.
-Estoy interesado en comprar mucha mercancía que he venido de lejos. Mis hombres están escondidos esperando una respuesta. Así que déjeme pasar.
-Te voy a dejar pasar-El sujeto al fin se aparta-pero a la mínima orden que me den te mato.
-Gracias. Ya al menos no me tomará por sorpresa.
El gordo dice una última frase en su idioma natal. Quizás fue una amenaza. Sin embargo como Samael no entiende decide ignorarlo por completo. Ya tiene suficientes problemas como para pensar ahora en salir a buscar a algún buen traductor.
Pasa por un pasillo estrecho que cuenta con puertas son todas iguales. Todas están custodiadas por tipos que son tanto o más amenazantes que el pirata de la entrada. Detrás de ellas, el chico sospecha, que están los salones de juego, la droga, las putas y todo lo que este sótano tiene para ofrecer. El bombillo amarillo que le da luz al pasillo le brinda una iluminación tenue. Como una caricia a la vista. Samael tiene que de vez en cuando esquivar algunas cajas con sabrá Dios que cosas en el interior. Al final de ese pasillo hay una cortina negra con la tela muy gastada. Mucho chino, mucha droga y dinero y no oueden comprar una cortina nueva y estantes para que las cajas no molesten.
Por los agujeros de la tela se filtra una luz muy brillante y amarilla. Samael aparta la cortina para encontrar delante él otro guardia que le sale al paso. Ve un escritorio lleno de papeles y una silla giratoria que parece ser la muy acomoda. El espaldar está hacia él:
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"Hijo del Diablo" [En proceso]
RandomSu cuerpo y alma fueron marcados por su pasado, como si fuese ganado.Todo lo que hizo y lo que dejó de hacer lo atormenta constantemente. Sabe que una vida difícil lleva a tomar decisiones horribles, y además, que es odioso existir a merced de t...