1. Roomie

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Jungkook abrió la puerta de su departamento sigilosamente, evitando hacer cualquier tipo de ruido, no queriendo preocupar a Jimin.

Esta noche Jungkook había vuelto a casa con un ojo morado y un fuerte dolor en su mandíbula. Nada comparado a peores dolores con los que había llegado a casa.


Le encantaba formar parte del equipo. Ser un boxeador profesional siempre había sido su sueño, desde pequeño. Para Jungkook, las heridas que algunas veces le producía su carrera no eran tomadas en cuenta como algo negativo. Para él, los moretones y rasguños con los que acababa en algunas prácticas o campeonatos no eran un símbolo de una derrota. Sus heridas significaban que debería mejorar ciertos puntos aún. Lo impulsaban a mejorar. Aunque nunca haya perdido una pelea en su vida, con o sin rasguños, por lo cual se sentía secretamente orgulloso.

Se adentró silenciosamente en el departamento, cerrando lentamente la puerta tras él. Al pasar por el salón, se encontró con una escena que lo hizo sentir cosas que no sabía si quería sentir.

Jimin, su compañero de piso desde que entró a la facultad, se hallaba dormido sobre uno de los dos viejos sofás que decoraban su pequeño hogar.


La televisión estaba encendida, con el volumen al mínimo, logrando que su compañero se dejara ver por la luz de la pantalla. Dormía abrazado a una almohada mientras soltaba suaves ronquidos. Sus cabellos estaban enmarañados y caían sobre su frente. Estaba hecho bolita.

Jungkook no supo durante cuánto tiempo se quedó allí parado observando a su compañero dormir, el cual era ajeno de su presencia. Su cerebro se había vaciado, todos los pensamientos que rondaban su cabeza se habían esfumando, dejándolo en paz.
Jungkook quiso despertar a Jimin para que se fuera a dormir a su habitación, no quería que su Hyung despertara con un dolor de espalda por haber dormido en el incómodo sofá. Pero se veía tan relajado, tan a gusto en sus sueños, que no tenía el corazón para despertarlo.


«Podría cargarlo.»

El pensamiento había llegado espontáneamente a su cerebro. Por alguna razón, le ponía nervioso llevar a Jimin entre sus brazos hasta la habitación de éste.


Probablemente por que al moverlo terminaría despertándolo y arruinando su sueño. Si, eso era.

Se acercó a él y, con la mayor delicadeza que pudo ejercer, levantó a su Hyung, cargándolo entre sus brazos, sintiendo el ligero peso de aquel cálido cuerpo presionando contra él.


Al llegar a la habitación de Jimin, lo depositó suavemente sobre su cama, intentando dejarlo en la más cómoda posición posible.

Se quedó mirándolo durante un par de segundos más, admirando las mejillas sonrosadas de su compañero de piso.

Pero fueron sus propias mejillas las que adquirieron un tono rojizo al percatarse que Jimin había abierto los ojos. 

«Mierda.»



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