-10-

591 81 7
                                    

Entonces

Dos años antes de la audición

Yo no era una persona que solía hacer amigos con facilidad. Podía contar a dos con los dedos de mi mano, que me aún me sobrarían algunos. Mis padres intentaron muchas veces juntarme con los otros niños y niñas que asistían a mis clases de ballet, pero en vano fueron sus intentos porque como la arena se escapa entre los dedos de una mano, de la misma manera lo hacía yo.

Ni siquiera en la escuela o el colegio llegué a cruzarme con alguien.

Aunque debo de admitir que sí hubo una excepción: Mark.

Era un lunes por la mañana cuando sentí los débiles rayos del sol acariciar mi rostro. Abrí los ojos sintiéndome algo desorientado al principio, pero los segundos corrieron hasta darme las fuerzas para salir del calor de mis sábanas. Tomé el celular que estaba al lado de mi cama y quité la alarma, porque mi cuerpo ese día decidió que era buena idea despertarse temprano.

Y podría sonar extraño, pero es increíble como a veces el cuerpo es capaz de sentir lo que está por venir.

De alguna u otra manera, mi corazón iba más rápido de lo normal; el constante golpeteo contra mi pecho estaba corriendo una carrera de la que yo no tenía idea alguna. De las palmas de mis manos brotaba sudor que tenía que limpiar contra mi ropa. Y para empeorarlo todo, me sentía tan nervioso como cuando me estaba por presentar en algún show.

En mi estómago crecía una sensación que recorría todo mi esófago e incluso se escabullía entre mis piernas; un vacío que se transformaba en otras sensaciones que dejaban estragos a su paso.

Había conseguido un trabajo en un estudio de fotografía no muy lejos de mi casa. Los dueños habían visto algunas de mis fotos en mis redes sociales y se contactaron conmigo tan pronto como pudieron. Además, ya que mi tiempo se dividía entre los cursos de fotografía que llevaba en lugar de estar en la universidad y mi sesiones de baile, mi madre había insistido que era buena idea hacer algo provechoso.

Salí de casa con el termo calentándome las manos y una tostada con miel en la boca. Mis padres ya habían salido junto con Joy, por lo que me tuve que encargar de cerrar las puertas con dificultad, ya que mis manos estaban ocupadas con mi celular, mi café, el estuche de mi cámara y el enorme bolso con mi equipo de ballet.

La brisa silbaba a lo lejos, acompañada con la sinfonía de la ciudad. Dejé escapar un suspiro sintiendo los rayos del sol besar mi rostro y di un paso mientras introducía los auriculares en mis orejas. La música comenzó a sonar, por lo que me encerré en mis pensamientos mientras me abría paso entre las calles.

Debía admitir que a pesar de la burbuja en la que me refugiaba al caminar con la música a todo volumen, era bueno para caminar entre los vehículos y personas sin causar daños. Me había acostumbrado a estar solo y perder la señal del mundo exterior, que una parte mía permanecía alerta de alguna forma.

Repasé los pasos en mi cabeza, trazando la rutina con mis dedos que flotaban en el aire al caminar. Transporté la imagen fuera de mis pensamientos, hasta que la calle se convirtió en una escenario debajo de mis pies y el mundo a mi alrededor un enorme auditorio donde las personas me veían bajo la luz del enorme reflector.

Tracé un arco con mi mano derecha, mientras mis pies se ponían de puntillas y saltaban de un lugar a otro como si estuvieran evitando caer sobre charcos de agua. Lancé la pierna derecha hacia al frente y como un péndulo me balanceé de arriaba hacia abajo hasta dar un salto en el aire. Di unos pasos solo rozando el suelo de madera con las puntas y giré en círculos pequeños con los brazos formando un círculo frente a mi pecho.

The Anatomy of Love Donde viven las historias. Descúbrelo ahora