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Entonces

Aquella noche después del incidente volvimos a casa después de una larga noche en el hospital. Una semana después y mi madre se negaba a dirigirme la palabra. Además, explícitamente me había prohibido ir al estudio, así que constantemente era vigilado tanto por ella como mi padre; me recogían del trabajo todos los días y la verdad era que ya estaba comenzando a hartarme.

Aunque seguía siendo joven, desde un punto más alto podía ver el caos que había causado. Sin embargo, era viernes por la noche y no podía seguir con la ansiedad; mis piernas no dejaban de temblar, ansiosas por sentir los músculos en acción. El Jaemin de ese momento no tenía alguna de lo que iba a causar, y sin más, tomé mi celular y le escribí a la única persona que sabía que podía usar a mi conveniencia.

Le escribí el mensaje casi temblando, sin esperar que casi al instante me fuese a contestar. Tecleé una respuesta rápidamente, para correr por mis cosas las cuales lancé por la ventana antes de salir.

Mis padres habían salido a cenar, así que solo éramos Joy, la niñera y yo en casa. Pude haber salido con el bolso, pero la presencia de esta podría causarme una guerra.

-Oye Yeri-la niñera estaba sentada junto a mi hermana mirado la televisión. Las dos se giraron de repente, con un mueca de enojo por haberles hecho pausar lo que sea que estuviesen viendo-, un amigo me invitó a cenar. Es compañero de mi trabajo, ¿puedes decirles a mis padres que salí con él?

Se quedó pensativa unos segundos antes de responder.

-¿No puedes decirles tu?-tomó un puño de palomitas, el cual se llevó a su boca.

-Mamá y papá están enojados con Jae-la voz de Joy respondiendo por mi nos sorprendió. Entre los dos le dimos una mirada a la pequeña antes de que esta siguiera-. ¿Puedes decirles tu? Mi hermano está triste.

Sonreí internamente.

Joy me conocía tan bien, que no era necesario a veces hablar de muchas cosas. A su edad, era más inteligente que nuestros tres cerebros unidos.

Sentí como el cuerpo me picaba por salir corriendo. Yeri nos miró a los dos por un par de segundos antes de por fin acceder y casi di un salto de alegría.

Al salir el aire me recibió con fuerza, trayendo consigo un olor a pan de especias que acarició mis fosas nasales. El cielo era un manto negro que se extendía infinitamente sobre mi cabeza, donde algunas estrellas salpicaban el mar de alquitrán. Los edificios ya iluminados, parecían intentar penetrar el cielo con sus altas puntas a lo lejos.

Corrí hasta el mi ventana, donde tomé mi bolso antes de salir corriendo.

Mark y yo habíamos quedado de vernos en el estudio. Le dije que Taeyong me había obligado a practicar durante una hora, pero que me estaba muriendo por salir algún lado.

Por un instante me sentí mal de estar usando al chico solo por mi terquedad; estaba desobedeciendo a mis padres e incluso a mi doctor, arriesgando mi salud con ello. Sin embargo, con cada día que pasaba sin entrenar, era tiempo que me amenazaba con perder la oportunidad de mi vida. Así que, en una guerra a veces tienes objetivos que no tienen buenos medios; pero si el fin es bueno, supuse que valía la pena arriesgar todo para no perder.

No tardé mucho en llegar al lugar acordado.

Mark se encontraba recostado contra la pared, su vista estaba fija en su celular. Traía puesto unos pantalones negros, con una fina camiseta blanca que le quedaba un poco grande. Me di cuenta que el rubor pobló mis mejillas, cuando el calor se hizo presente en ellas. El chico se veía realmente bien, en especial con la cadena que traía alrededor del cuello.

The Anatomy of Love Donde viven las historias. Descúbrelo ahora