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Ahora

Después de pasar una tormenta, te das cuenta que no es al futuro lo que le temes. La pequeña barcaza se tambalea en medio de las aguas tempestuosas, pero no es el miedo del momento en el caos ni mucho menos a esa realidad que tu cabeza se inventa, sino más bien a lo que seremos después de ella. A través de la tempestad, el ser humano cruza un camino donde termina transformándose y, es ahí donde te das cuenta que le temes a lo que serás en un futuro.

Una vez leí una frase de Octavia Butler que decía: "El cambio es la única realidad inevitable, irresistible y permanente del universo". Desde entonces, la frase simplemente resonaba en mi cabeza como el eco en una cueva. No fue hasta después del accidente; después de pasar por todas las pruebas que la vida había puesto en mi camino, en aquella fracción de tiempo tan insignificante pequeña, que no me había dado cuenta de la realidad: yo no le temía al futuro, sino al cambio. Por eso, es que no podía avanzar.

El proceso seguía siendo doloroso y tan lento, que a veces sentía que la vida no se apiada de mi. Sin embargo, ver a Jeno sentado en el alfeizar de mi ventana, escuchar a Taeyong hablar de su pequeña criaturita en su vientre o, incluso el mero hecho de saber que Joy seguía luchando con fuerza cada día, solo me hacía darme cuenta que las cosas no eran como yo pensaba. Al final de día, la vida me daba una segunda oportunidad y, esas cosas formaban parte de la lista que iba enumerando en aquellos momentos donde mis pies fallaban, no literalmente.

A veces soñaba con mis padres, otras solo estaban uno de los dos a mi lado. No existía intercambio de palabras, pero mucho más allá de eso, sí encontraba la presencia de una sonrisa que hablaba mucho más que mil oraciones. En otras ocasiones llegaban las pesadillas a interrumpir mis sueños; con sus nudillos parecían querer arrancar los cerrojos de la habitación en donde me escondía, hasta que estos terminaban por ceder.

Despertaba siempre con heridas nuevas. Tal vez no físicas como antes, pero mi corazón quedaba hecho trizas. Y aún así, lograba arreglarlo poco a poco.

Todos los días era una nueva batalla, donde el miedo por escuchar malas noticias respiraba en mi nuca. Cada día era un nuevo temor de que mis pies quizás dejaran de funcionar; de escuchar que Joy había desistido o, que quizás Jeno me había dejado.

Aún así, me enfrentaba valiente a ellas, porque estaba aprendiendo a luchar.

Durante los primeros días temía en lo que se iba a convertir mi vida. Había trabajado tanto por llegar a aquel punto, que no fui capaz de ver el daño que causé. Al principio soñaba con poder sentir de nuevo el calor de mis pies propagarse como un incendio; así como también sentir mis músculos protestar con mi baile. Pero, ¿hasta qué punto eso era lo importante?

Solo de vez en cuando me permitía recordar, pero tampoco dejaba que los sentimientos tomaran control de mi. El Jaemin de antes afianzaba su agarre débilmente, a veces incluso como un niño rabioso, se negaba a dejarme ir. Era difícil abrirse camino en un valle oscuro, donde no sabes qué tanto dolor atravesarás. Pero yo ya no era ese Jaemin.

Antes dejaba que el miedo me abrazara como un amigo hipócrita por miedo al cambio. Ahora yo abrazaba el cambio, porque sabía que tarde o temprano, él me vendría a buscar. Y si también había aprendido algo, es que si no buscas tú ese cambio, cuando lo haga nada saldrá de la mejor manera.

Sentado en el alfeizar de mi ventana, las lágrimas se deslizaban una tras otra. Algunas tenía un extraño sabor amargo; en la punta de mis labios podía sentir la tristeza de algunas de ellas. Pero las otras estaban cargadas de muchos sentimientos totalmente distintos. En mi pecho se desataba no una tormenta, sino una explosión donde las emociones se mezclaban con otras.

The Anatomy of Love Donde viven las historias. Descúbrelo ahora