El amor de la reina

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Shingeki no Kyojin es propiedad de Hajime Isayama

Pairing: Eren x Mikasa

Rating: E

Desclaimer: Infidelidad, adaptación histórica, temas religiosos delicados.

Eren, un monje educado y dedicado a su labor, se encuentra en delicadas situaciones con la emperatriz, una mujer de cabello negro y ojos grisáceos.

La fría nevada calaba la piel de quien saliera y se enfrentara a ella en la inmensa ciudad de San Petersburgo. La noche oscura era pintada de blanco y de ciertos destellos que salían de las casas por la llama de los troncos ardiendo para calentar los cuerpos de los habitantes de aquella gloriosa nación, de aquellos gloriosos paisajes, de aquel glorioso poblado y de aquellos gloriosos zares que cuidaban de ellos.

La gente agradecía a Dios y a la Madonna por tan maravillosos líderes: poderosos e imponentes. El zar, un hombre fuerte y de carácter sólido para resolver los problemas de su reinado, y la zarina, una mujer tan hermosa que parecía que su belleza competía con la Madonna de la Catedral de San Petersburgo. Y ante todo, el amor que se profesaba el uno al otro, con dos maravillosos hijos; una niña de 14 años de ojos azules y preciosos cabello negro como la noche, al igual que su madre. Y un niño, Alexei, de cabello negro y ojos grisáceos que desafortunadamente era poseedor de una rara enfermedad de permanente sangrado. Todos los días, según los feligreses más afines, se pedía por la intercesión de Dios en la curación de tan extraña afección.

Bajo los ojos de los citadinos, también recaía la presencia del monje Eren Jaeger. Un hombre tan santo y bien intencionado que cuidaba del pequeño Alexei como lo hace Dios con sus hijos. Se rumoreaba que sus habilidades curativas eran magnificas, e incluso el zar lo mantenía en el palacio, en donde incluso era su consejero. Pero, según algunas personas, era un demonio disfrazado de cordero y era vil porque mantenía enfermo al pequeño.

Oh, qué tan equivocados estaban todos de él.

Eren caminó por los amplios pasillos del palacio adornado de los materiales más finos que se podrían encontrar del maravilloso país. La nevada había provocado su prematura entrada en lugar de meditar y orar. Se dirigía a su habitación en el palacio, cerca de la recamara del pequeño Alexei y de los zares. Él era su mano derecha y la persona de máxima confianza del zar.

Escuchó la puerta abrirse y un bulto entrar en la habitación. Sabía quién era y porque se encontraba ahí, con él, en su cama. Su miembro se tensó y soltó un gruñido. La chimenea ardía fieramente tras la figura femenina que se enfrentó a él en la cama.

-Creí que te encontrabas saciada. – Dijo con una voz ronca y sugerente. – Mi señora.

-Oh, Eren, nunca me siento así contigo. – La mujer llevó sus delicadas manos al dobladillo de su camisón y lo levantó quedando completamente desnuda frente a él.- Aunque el invierno sea tan gélido justo ahora, mi cuerpo se encuentra tan caliente por ti.

La sonrisa de Eren se amplió y dejó que su vista viajara por su cuerpo. La zarina, Mikasa, era un completo encanto, a la vista y como persona. Su hermoso cabello como la noche y sedoso con las finas telas que ella vestía caía tras ella, asumió que llegaba a sus omoplatos; su rostro era una de sus atributos más hermosos, sus ojos grises y fríos hervían de lujuria en ese momento, sus mejillas sonrojadas lo incitaban a besarla hasta el amanecer, y sus labios carnosos y rosas los quería justo en su enorme erección. Bajó aún más para sus voluminosos pechos coronadas con endurecidos botones rosas, quería meterlos en su boca y morderlos hasta saciarse.

La mujer comenzó a gatear desde el pie de la cama hasta llegar a su regazo para rodearlo con sus largas y torneadas piernas. Mikasa inmediatamente se presionó con su miembro desnudo y sintió como su pene era empapado por la humedad de la mujer.

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