Al Mal Tiempo Buena Cara

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Los días de lluvia aunque parezcan días malos tienen su encanto. El olor a tierra y césped mojado, las gotas de agua resbalando por la ventana... el que se te manchen los zapatos y se te empape el pelo el primer día de trabajo... digamos que tienen su encanto si pretendes pasar el día en casa.

Lía bajó del taxi a una manzana del edificio en el que la habían contratado.

Abrio el paraguas y comenzó a andar.

Tras un par de minutos andando bajo ese ambiente frío, miró hacia arriba y vio un edificio enorme, con cristaleras desde el primer piso hasta donde casi no alcanzaba la vista, con unas letras doradas señalando el nombre de la empresa: Heavendesign W.W.

- Madre... mía - exclamó en voz alta.

Camino unos pasos hacia la puerta - una puerta enorme acorde con el edificio, con cristales transparentes y los filos en tonos grises -. Dejó el paraguas en el perchero junto con la chaqueta, que aún goteaba.

Se acercó a la recepcionista, una chica jóven, alta, morena de pelo largo, y muy muy elegante... lo único que pensaba era lo poco que encajaría en ese sitio si todo el mundo era así.

- Hola, tenía una cita con el señor William Whyte - le dijo a la chica con una voz temblorosa por los nervios del primer día.

- Un momento por favor... - dijo la chica elegante. Llevaba una chapa en la chaqueta con el nombre de Anna - ¿Lía Marie Taylor? Efectivamente tiene cita a las 10:15. Llega 20 minutos tarde, el señor Will está reunido con un inversor al ver que usted no llegaba.

- Se que llego tarde, fue el taxi que se perdió y... en fin, ¿le importaría avisarlo por favor?

- Sinceramente no creo que la vea hoy, el señor Whyte esta muy ocupado - dijo mientras cogía el teléfono - pero le preguntaré si puede recibirla aún.

- Ay, muchísimas gracias de verdad, es que es mi primer día y no quería causar mala impres...

- Shh - dijo la chica mirandola de arriba a abajo mientras esperaba a que cogieran el teléfono - ¿Señor Whyte? Está aquí su cita de las 10:15. Sí, se que llega tarde, pero ha insistido en que le avise por si aún podía reunirse con ell... de acuerdo, se lo digo. - Espere en aquella sala por favor.

- Gracias, gracias de verdad - exclamó casi sin creerselo.

- ¡Un segundo! - dijo cuando me di la vuelta - aquí tiene - dijo dándole una tarjeta con su nombre y poniendosela en el cuello.

Fue a la sala de espera, temblando de los nervios que tenía encima, y se sentó en una de las sillas que había allí. Había más gente donde estaba ella, todos vestidos con ropa negra, blanca o gris. Casi no había gente vestida de otros colores, excepto ella, con una blusa color turquesa y vaqueros tipo mom jeans color clarito con unos tacones negros. Se sentía demasiado llamativa entre toda esa gente tan básica, y eso hacía que estuviera más nerviosa aún.

Otra chica se acercó a la recepcionista, y ella señaló a Lía. Ella las vio y vio como la otra chica se acercaba a ella.

- ¿Lía Taylor? - preguntó.

- Sí, em... Meredith - leyó en la tarjeta que llevaba en la camisa.

- Sígueme - continuó de forma algo antipática.

Se dirigieron hacia el ascensor, color gris oscuro, a juego con sus trabajadores.

Entraron, y Lía vio como la chica marcó la planta 76.

- ¿ 76? - Dijo riendo - ¿Tantas plantas tiene esto?

- No - respondió fríamente. - Tiene 155.

- ¿155? - exclamó sorprendida. - Como para subir por las escaleras eh - volvió a reir-.

A la otra chica no le hizo mucha gracia, puesto que la miro de reojo y siguió mirando al frente.

Después de un minuto más o menos, llegaron a la planta 66. Bajaron del ascensor, cruzaron un pasillo y llegaron hasta una puerta grandísima.

- Aquí es - dijo Meredith.

- Bueno em, gracias - respondió.

Los sentimientos la atropellaban en ese instante. Estaba tan nerviosa, tan inquieta, no sabía lo que le esperaba al otro lado, no quería que saliera mal. Era su primer día, pero, ¿y si veían que no era lo que buscaban? ¿y si se echaban atrás? Al fin y sl cabo hoy era el día en el que firmaría el contrato con la empresa y también el día que empezaría a trabajar con ellos, pero nada le decía que no se hubieran arrepentido de llamarla.

Dejó todos esos sentimientos a un lado, cerró los ojos, respiró hondo, abrió los ojos, y ahora que estaba más tranquila...

Llamó a la puerta.

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