capítulo 2 kyra

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Los campos de fresas estaban llenos de gritos y caos. Kyra maldijo en silencio mientras agarraba otra flecha de su carjaj con dos dedos y apuntaba al cielo.
En los últimos meses, los ataques de las arpías salvajes se habían vuelto cada vez más frecuentes. Aquel había empezado al amanecer, y la brigada de turno estaba al borde del colapso.
Maldijo después de perder una flecha en un ave demasiado rápida. Desde el otro lado de la colina, Darren le hacía señas. Llegó hasta donde se encontraba su amigo jadeando. El sol empezaba a calentar la armadura, que se le hacía cada vez más pesada.
"Te dejo en buenas manos" fue lo único que dijo su amigo antes de volver a la refriega. A sus pies había dejado a un chico rubio con un arañazo que le recorría el hombro y parte del abdomen. Tenía los ojos entrecerrados y respiraba entrecortadamente.
Había sanado en personas apenas dos veces sin causar estragos, y la presión y el bullicio a su alrededor  no le ayudaba a mejorar los nervios.
"Me llamo Kyra y voy a ser tu médico ahora, ¿vale?"
El chico dejó escapar una carcajada desanimada
"¿Has dicho médico o camarera? No me ha quedado claro..."
Ella sonrió mientras empezaba a desabrochar lo que quedaba de coraza.
"No cojas las armaduras de entrenamiento para batallas de verdad. Se rompen con más facilidad" dijo mientras pasaba la mano por encima de los arañazos. Las garras del arpía habían llegado bastante profundo, pero no habían tocado ningún músculo o ligamento.
Trató de olvidarse de todo lo que le rodeaba para concentrarse mejor. Durante unos instantes, solo escuchó sus propios latidos y su vista se tiñó de blanco. Lo siguiente que vio fue al chico sonriéndole mientras se ponía de pie y volvía a desenvainar la espada.
"Vuelta al lío" dijo el chico, mientras avanzaba hacia la batalla, dispuesto a pelear de nuevo. Ella le agarró por la muñeca.
"Ya no te duele, pero tu cuerpo se sigue curando. Necesitas descansar y reposo"
"Pero si..."
"Nada de peros" replicó, sonriendo ante la insistencia del chico. "Ve directo a la enfermería" Él suspiró y comenzó a andar. Antes de marcharse, le dedicó un saludo militar
"Supongo que lo educado es presentarme yo. Soy Derek, de Hécate. Un placer haber sido tu paciente"
Kyra sonrió y volvió a cargar el carjaj. Apuntó y dio de lleno en un ala.
Las arpías salvajes solían ser más grandes que las normales. Aquellas tenían un plumaje morado y bermellón, siendo casi demasiado intensas para mirar. Las garras eran afiladas, de veinte centímetros cada una, llenas de mugre y restos de sangre de sus previas presas. Las patas, nudosas y callosas, no eran demasiado largas.
Durante el resto de la mañana, se dedicó a circular el perímetro, derribando cualquier ave que se acercara demasiado a algún campista.
Era una bandada especialmente grande, parecía no tener fin. Por cada monstruo derribado, aparecían otros dos chillando.
No tuvo que curar a nadie más, ni hubo heridos graves, más allá que los rasguños y arañazos habituales.
"Ahora recuerdo por qué no salimos de noche" apuntó Kim a su lado. Finalmente habían despejado el campo de batalla, y apenas quedaban dos arpías que, al verse solas, abandonaron el lugar volando.
Solo entonces Keyra relajó los hombros. Llevaba tres horas con los brazos en ristre, y apenas podía sentir las extremidades. Se dirigió al comedor masajeándose los hombros, maldiciendo a los dioses en voz baja. Cuando llegó, en la mesa de Apolo ya había preparados un plato con tortitas esponjosas y humeantes. Chorreaba sirope y caramelo de los bordes. A su lado, había una taza humeante de café solo. Le encantaba el café caliente incluso en los peores días de verano.
Al poco llegó  Rowan y se sentó a su lado. Últimamente había poca vigilancia para ver quien se sentaba en la mesa de quien.
"Pareces cansada" señaló.
"Estoy cansada" concedió Kyra. "Hay que tener mala suerte que haya un ataque justo el día que me toca de madrugadas" suspiró mientras empezaba a cortar las tortitas.
"Si te sirve de consuelo, ahora me toca arreglar todo ese desastre" respondió su amiga. Los campistas que no intervenían en las actividades de lucha se encargaban de arreglar todo lo que destruían los monstruos.
A Keyra se le hacía raro pensar a Rowan luchando, armada en el campo de batalla. Tenía un carácter dulce, sereno. No se la imaginaba blandiendo una espada y matando cosas.
"En el fondo me alegro. Hacía tiempo que los campos estaban bastante desordenados, y han empezado a sonar raro"
En ocasiones, Rowan soltaba frases como aquella, inconexas. Kyra se lo atribuía a algún trauma que todavía no había sido capaz de contar. Al fin y al cabo, los semidioses solían tener vidas complicadas.
Derek le saludó desde su mesa. Su cara había recuperado bastante color, y se encontraba riendo con sus demás compañeros. Le devolvió el saludo, cansada, y se dirigió con paso rápido a su cabaña. Apenas su cabeza tocó la almohada, se durmió profundamente, rendida de agotamiento.

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