capítulo 8: kyra

1 1 0
                                    

Ninfas de agua. Quirón les había dado el tesoro a unas ninfas de agua que lo habían soltado a los primeros afrodita que les pusieron ojitos. Rowan y Darren sostenían sonrientes dos coronas de flores sobre sus cabezas mientras chocaban puños en el podio.

"Así que es un hijo de afrodita el mejor guerrero del campamento... no me lo esperaría, la verdad" comentó a su lado Hunter, probablemente más para sí que en voz alta.
"Y no te quieras enfrentar a su hermana en un combate cuerpo a cuerpo. Son dos únicos en su especie. Podrían acabar con el campamento entero si quisieran, aunque no se lo digas o se le subirá a la cabeza, y no sé cuál de los dos se puede poner más insoportable" Hunter rio.
"Eso ya me suena más típico"
"Querrás decir estereotípico" respondió Rowan por detrás. El chico se quedó mudo y enrojeció un poco. Probablemente no se esperara una respuesta tan despreocupada, dado que hasta. momento la hija de afrodita se había mantenido tímida y esquiva.

Continuaron las bromas sobre los estereotipos de cada dios hasta que se sentaron a comer. Sin que lo hubiera pedido, habían incluido a Hunter en su extraño grupo, con el parloteo incesante de Rowan y Chris y la serenidad acogedora de Kyra y Darren.

No habría ganado, pero tanto ella como sus hermanos habían pateado varias veces el bosque entero, y se moría de hambre.

Llenó su plato de burritos de pollo y tequeños de queso con salsa de leche condensada. De postre agarró un pedazo de pastel de frutas con miel y una botella de cerveza de jengibre.

Hacía tiempo que las divisiones por cabañas no se aplicaban a las mesas de la zona de comedor, por lo que estas estaban inundadas de adolescentes de todo tipo que hablaban a voz de grito que devoraban su comida. Darren le había regalado su corona a Chris, a excepción de un lirio amarillo que se había colocado detrás de la oreja, que combinaba con su pelo rubio y ojos azules, con un "ohhh" de Rowan de fondo. Le asombraba la capacidad que tenía para obviar que hacía sentir incómoda a la gente. Como cuando, al terminar el postre, soltó:
"Encender un cigarrillo es una de las formas más fáciles de hacer que las arpías te saquen los ojos a picotazos" Hunter abrió mucho los ojos, confundido

"¿Cómo has sabido...?" "Estoy muy familiarizada con la ansiedad que puede dar el mono"

Los demás no supieron que se refería a las veces que había acompañado a su padre a rehabilitación. En una ocasión Quirón le había contado que el estar expuesta a tantas emociones tan fuertes desde pequeña con su don le había dejado a su amiga un trauma que no terminaba de comprender. Aquello podría explicar sus comportamientos erráticos, pero nunca se había atrevido a preguntarle sobre el tema. Y tampoco es que la chica fuera muy abierta sobre su familia o de la parte mortal de su vida.
Kyra, por el contrario, estaba muy unida a su madre y al novio de ella. Les escribía una vez al mes, y ella le mandaba copias firmadas de sus libros, así como cerezas deshidratadas que cultivaban en el jardín.

De hecho, estaba a punto de dedicarle la tarde a leer el último volumen que le había llegado cuando unos toques en la puerta le interrumpieron, y entró Marlene con cara de circunstancias.

"Quirón quiere que salgamos de misión"

"¿Qué, cómo?" se incorporó con tal ímpetu que casi se golpea la cabeza con la cama de arriba.

"No lo sé, sólo me ha dado este papel" le entregó un post it arrugado con una dirección garabateada. "Tenemos dos pegasos en los establos esperándonos para salir cuanto antes. Ha dicho que era urgente."

Ante la insistencia de la Atenea, se levantó y se colocó la armadura con una velocidad que tendría que ser ilegal a la hora de la siesta.

Aún somnolienta, dejó que Marlene despegara primero, y se limitó a azuzar al pobre animal, que tenía tantas ganas de trabajar como ella, en su dirección. No terminaba de entender qué se les había perdido en Broadway un sábado a las cuatro de la tarde.

Tras veinte minutos de vuelo, aterrizaron en una plaza bastante alejada de las calles principales. Ataron las bridas en unas barras para aparcar las bicicletas. "¿Qué crees que verán los mortales?" le preguntó. Marlene se encogió de hombros.

"A lo mejor dos motos súper potentes forradas de cuero. A saber"

Caminaron hasta un teatro de mala muerte en una esquina no muy concurrida. Parecía tener al menos cien años, con madera podrida en las ventanas tapiadas.

No daba buena espina, pero, ¿qué misión la daba?

semidioses y semirromancesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora