01 | Ojos dorados
Benjamín
La luz entraba por las amplias ventanas del local, se reflejaba en las estanterías donde descansaban una amplia variedad de discos de vinilo, divididos por su género musical en cada sección. «No hay nada que no podamos encontrar», ponía el eslogan pintado fuera del local. Bastante pobre si me preguntaban, pero esperaba que aquello fuera verdad.
Me ahorraría la visita a otra tienda si pudiera encontrar aquí el álbum que estaba buscando. Había visitado muchas tiendas de la ciudad y ninguna me había dado razón del disco que estaba buscando. Aunque no me sorprendía, el disco que estaba buscando era uno de los cien ejemplares que había sacado como edición especial la banda Alondras, sabía que la búsqueda sería difícil. Incluso así no me rendiría. Era la banda favorita de mi madre y quería regalárselo por su cumpleaños, que estaba a varias semanas de distancia.
Resoplé en el lugar desde donde escudriñaba algunos discos, mientras uno de los ayudantes de la tienda buscaba en la bodega si tenían el ejemplar que estaba buscando. Ya había revisado todas las estanterías en el lugar sin mucha suerte. Cruzaba los dedos para que él tuviera mejor.
Miré el reloj en mi muñeca, eran las 6:01 de la tarde, si no me apresuraba llegaría tarde a la exposición del nuevo talento, Nina Jones. Kara me mataría si no llegaba a tiempo. Sin contar que estaba al otro lado de la ciudad.
Tenía que correr.
Justo en ese momento la campanilla de la tienda sonó, indicando que alguien había entrado. Se escucharon unos pasos y no supe bien por qué, pero sabiendo que debía irme, me quedé justo ahí.
—Buenas tardes —Una voz cálida atravesó el lugar hasta llegar a mis oídos, su voz me recordó al gorjeo de las aves por la mañana—. Disculpa, ¿hacen reparaciones?
Su voz me atraía como moscas a la miel.
—¿Qué clase de reparación? —preguntó el chico que había visto en el mostrador cuando entré.
—De un tocadiscos...
Lo siguiente no lo escuché del todo porque en ese momento apareció el muchacho al que le había pedido ayuda.
—Lo lamento, joven. Ese álbum no lo tenemos aquí, pero podemos... —me estaba diciendo, pero yo estaba escuchándolo a medias.
Estaba más pendiente de la conversación que se estaba llevando a cabo a unos metros de mí, aunque yo no era capaz de mirarlos porque una estantería llena de figuritas de cerámica impedía mi visión. Lo único que podía ver era los trozos de unos rizos rojos.
—...sé que es un poco viejo, pero quizás todavía pueda funcionar. —La curiosidad pudo más conmigo, quería ver de quien provenía esa voz tan atrayente.
—Lo siento, señorita. No hacemos reparaciones, aquí solo vendemos vinilos... y figuras de cerámica.
Rodeé la estantería encontrándome con una mujer de perfil a mí, vestida con una falda amarilla que le llegaba poco más allá de la pantorrilla, una camiseta blanca metida a medias en la cintura y tenis en sus pies. Su cabello de rizos aguados recogido a medias era de un tono más naranja que rojo.
O tal vez era por la Golden hour que se filtraba por los ventanales. De cualquier modo, era hermosa.
—Oh, no te preocupes, ¿tienes alguna idea de en dónde puedo encontrar a alguien que repare ese tipo de cosas?
El chico que no podía tener más de diecisiete años, lo pensó un momento, pero antes de que pudiera decir algo, alguien lo interrumpió.
Un señor de unos setenta años salió por una puerta que ponía «gerencia».
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Hecha de vinilo
Storie d'amoreVanily ama la música. Benjamín ama pintar. Los dos aman el arte. Vanily ya no es capaz de disfrutar la música como solía hacerlo. Está desesperada por reencontrarse con el único legado que le dejó su padre: la música. Benjamín tiene dudas sobre...