Capítulo I

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-Disculpa, últimamente no sé qué me ocurre

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-Disculpa, últimamente no sé qué me ocurre.

-Está bien, no te preocupes, a todos les puede pasar –dijo limpiando el piso flotante–.

-Gracias por limpiar, podría hacerlo yo misma.

-Es mi trabajo, no hay de qué.

Es ahí cuando pude ver su sonrisa, se levantó, y al verlo caminar devuelta a la cocina, supe que podría ser un problema.

-¿Cómo te llamas? – dije en un tono más alto cuando se alejaba y se volteó–.

-Me llamo Blake.

Sonreí y siguió su camino. Me dirigí devuelta al patio donde toda mi familia celebraba con un buffet a mi hermano por haberse graduado de la facultad de medicina de Columbia, estaba muy orgulloso de él, era el mejor hermano mayor.

Fui por un trago a la barra. Sí, a mis padres no le bastaba con una simple celebración familiar sino que había decenas de personas que normalmente solo irían a eventos importantes y lujosos, pero al parecer este también lo era. No era que a mí no me encantara, es más, adoraba el vestirme elegante y la comida siempre era estupenda, pero el tener que saludar cada invitado como si pertenecieran a la familia, recordar sus nombres y fingir emoción, muchas veces ya no lo soportaba.

El hombre de la barra me entregó el Martini y luego me sonrió, como si ni supiera que no tenía edad para beber. Me di media vuelta en la silla y ahí estaba con quien me había encontrado luego de mi incidente con el agua, estaba sirviendo bocadillos a los invitados. Cuando volvió caminando a la cocina notó mi presencia pero no podía reconocer que expresaba con esa mirada. 

Quería hablarle, pero algo en el tope de mi garganta no me lo permitió. A veces esperamos que al ver a esa persona y nos acerquemos, todo fluirá sin incomodidad alguna, pero todos tenemos claro que no es así. Sonrojarse, el corazón a mil, qué decir, etc. Son algunas de las razones, aparte del orgullo y cobardía, del por qué no sabemos cómo dar un primer paso y esperamos a que el otro se atreva pero nos olvidamos de que esa persona también pasa por ese impedimento de hablar.

Caminé a unirme al brindis, ahí estaba Ian, nos conocíamos desde que nací prácticamente. Él era dos años mayor que yo, nuestros padres se conocían desde cuando asistieron a Yale. Ian tenía el cabello castaño claro, ojos pardos que al sol parecían tomar tonos dorados, era una excelente persona no hay duda pero el problema es que nuestros padres solo esperaban que en unos años más, cuando yo terminara la universidad, nos casáramos y fuéramos felices por siempre.

Teníamos un acuerdo, en los eventos íbamos como pareja. Él iba a casa y yo a la suya, dos o tres veces a la semana y los otros días éramos libres de todo el plan de vida que nos tenían nuestros padres, lo que no teníamos planeado aún es qué pasaría al momento de tener que casarse pero acordamos pensar el plan más adelante.

La verdad es que era mi mejor amigo, y cuando nos juntábamos en mi casa nos encerrábamos en mi habitación y hablábamos de nuestras aventuras, por así llamarles, que nos sucedían fuera de nuestra mentira. Al llegar donde todos estaban, lo abracé por la cintura, el me rodeó con un brazo y besó mi frente. Como a los doce años fuimos novios, o algo por el estilo, era un amor de niños que no duró mucho, pero que nunca terminó en pelea y siempre quedó el cariño y la preocupación. De repente me ponía a pensar en cómo todos estaban tan convencidos de que siempre estaríamos juntos, de que todo eso era real, parece que actuar nos venía genial, o simplemente es lo que querían así que no dudaban de su "sueño".

-Quiero hacer un brindis por mi querido ahijado, del cual estoy muy orgulloso, porque se graduó de medicina con honores, y todos estamos seguros que será el mejor médico del país. ¡Salud!

-¡Salud!- dijeron todos a coro siguiendo al padrino de Paul, Luke Hyde.

Los Hyde vivían a pocos kilómetros de nuestra mansión casa. Mi padre y Luke se hicieron amigos cuando iban a jugar golf, se volvió su confidente junto con el padre de Ian, Liam Reed. Luke estaba casado con Cassie y eran padres de Kate, que tenía veintitrés años y estudiaba Leyes en la Universidad de Stanford; Shawn, de diecisiete años que asistía a secundaria y David, de quien escuchábamos hablar muy poco, solo sabíamos que no vivía con ellos y pocas veces era nombrado por la familia. Estaba estudiando y supimos que este verano estaba trabajando. No lo recuerdo, la última vez que nuestras familias completas estuvieron juntas teníamos como siete años.

-Esperen – era mi padre, que ahora tenía el micrófono en sus manos-. Quiero aprovechar de hacer un pequeño brindis por mi hija Olivia que logró la excelencia académica en su segundo año de universidad, sin duda será la mejor diseñadora. Quiero desearle mucha suerte aunque sé que mi pequeña es muy inteligente. ¡Salud!

-¡Salud! – todas las miradas se posaron en mí y solo sonreí, sonrojada.

Mi padre vino a abrazarme, acompañado de Paul y le respondí amablemente.

-Quiero que ambos conozcan al hijo de Luke, llegó a casa hoy y se quedará todo el verano. Ustedes no se ven desde que eran pequeños, de seguro no lo recuerdas.

Asentí y tomé su mano, me dirigió hacía Luke que hablaba con un chico que resultaba ser Blake, que ahora no llevaba el delantal ni el chaleco negro de vestir ni la pajarita negra, sino que mantuvo el pantalón negro de traje, la camisa blanca sin abotonar al inicio y los zapatos de diseñador. Dejó de hablar con Luke cuando nos vio caminar hacia ellos, y sonrió con las manos en los bolsillos.

-Olivia, Paul, él es David, estará aquí este verano, él es de Colorado, le vendría bien que le muestren la ciudad, estoy seguro de que le gustará.

-Mucho gusto, – besó mi mejilla y sacudió la mano de Paul- y me gustaría conocer, tengo recuerdos vagos de cuando éramos más pequeños.

Creo que en ese momento mi rostro solo expresaba confusión, ¿no se llamaba Blake hace treinta minutos?

-¿Estabas trabajando en la cocina hace un rato cierto? – dijo Paul.

-Paul- dijo mi padre un tanto molesto.

-Tranquilo Sr. Ross, no hay problema. Sí, estaba trabajando no porque necesite el dinero sino porque me gusta ganármelo.

-No sé quién le metió esa idea en la cabeza, pago su universidad pero no quiere dinero extra, pero de todos modos si él lo desea así está bien.

-Olvidé agradecerle por dejarme trabajar aquí Sr. Ross, gracias por la oportunidad.

-Solo dime Adam, y no hay problema, cuando lo desees.

-Ah y si pudieran llamarme Blake, les agradecería, mi familia sigue llamándome por mi segundo nombre – Luke hizo una mueca.

Mis dudas terminaron en ese momento, aunque seguía confundida preguntándome por qué no me dijo quién era en el instante que nos vimos cuando derramé el agua en la sala de estar. De todas formas, no me sorprendí de no haberlo reconocido, era como si lo viera por primera vez.

Solo me dediqué a observarlo, realmente era guapo, pasó la mano izquierda por su cabello para acomodarlo ya que estaba largo. La manga de la camisa se levantó un poco dejando ver hartos tatuajes rodeando su muñeca, por lo que podías suponer que seguían por su brazo. Una gran parte de mí quería conocer qué escondía a través de esa mirada y qué significaba cada pieza de arte adherida a su piel. Ese verano definitivamente sería diferente.

 Ese verano definitivamente sería diferente

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Olivia RossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora