El día continuó en nuestra terraza y comedor organizado en el patio trasero, almorzamos y comimos postre. Luego, todos los invitados estaban distribuidos en mesas para seis personas que eran designadas según la lista de la entrada. No sé cómo mi madre se daba el tiempo para organizar todo eso, bueno, seamos realistas: contrató a alguien; pero la idea definitivamente vino de ella. Mi madre, Jane Ross, era arquitecta y diseñó nuestra casa, realmente hizo un gran trabajo, la casa estuvo lista dos meses antes de que Paul naciera.
Nuestro terreno constaba de doce hectáreas, nuestra casa tenía dos pisos y una sala de estar que parecía crear un tercero. Teníamos un patio trasero con piscina y una pérgola que te dejaba disfrutar de una gran vista del resto del barrio en los cerros del lado oeste de Los Ángeles, además la mantención de los arbustos, pasto y árboles hacía que todo se viera perfectamente ordenado.
En el patio delantero estaba el estacionamiento con una fuente mediana a diez pasos de la entrada que creaba una rotonda para los autos entrantes. En el primer piso, al ingresar por la entrada principal podías ver la doble escalera que daba al segundo piso, por la cual podía subir por la derecha o izquierda. Al doblar a la derecha desde ese punto te encontrabas con la sala de estar principal, sillones de todos los tamaños que tenían vista a la chimenea y en el centro había una mesa tallada por un artista amigo de la familia. Cuadros pintados por nuestra tía Carrie adornaban el lugar con colores cálidos.
En el mismo piso se encontraba la cocina italiana que estaba junto al comedor principal. También, a la izquierda desde la entrada, en el pasillo había dos baños para visitas, el estudio de mi padre y la biblioteca, donde pasaba gran parte de mi tiempo cuando podía.
En el segundo piso, al lado izquierdo estaba mi habitación, mi refugio, mi hogar. Las paredes eran de color crema, tenía mi propio librero, una cama de dos plazas, mi propio baño y un clóset grande. Está bien, seré honesta, era inmensamente grande, mi madre pensó en todo. Ella se encontraba en Alemania terminando unos planos con unos empresarios dueños de un futuro nuevo hotel que ella ayudó a diseñar y aun así organizó todo. La extrañaba, últimamente veía más a mi padre en casa que a ella, lo cual era al contrario cuando éramos más pequeños.
Al momento de despedirse, Paul quedó con Blake para que nos acompañara la semana que seguía a Carbon Beach en Malibú, donde nuestros padres construyeron una cabaña cinco años atrás. La usábamos especialmente para nuestra fiesta anual el último fin de semana de junio con nuestros amigos más cercanos, y eso incluía a los amigos de Paul y los míos. Nuestra fiesta se caracterizaba porque eran dos noches seguidas. Era un fin de semana de fiesta por así decirlo, pero solamente íbamos Ian, Paul, Grace (la novia de Paul) y Aris, mi mejor amiga.
-¿Cierto Olivia? - mi padre me sacó de mis pensamientos
-¿Qué?
- Que no hay problema de que Blake vaya con ustedes desde el viernes que viene a Malibú.
Todas las miradas se posaron en mí, especialmente la de Blake que parecía tener un brillo en los ojos pero aun así su mirada no expresaba demasiado, era como si hubiera un ladrillo en su corazón y que nadie lo hubiera podido cruzar alguna vez.
- No, no hay problema. Claro que puedes venir con nosotros.
¿Cómo diablos se me ocurrió parecer tan desesperada?
Blake sonrió, una sonrisa. De las dos veces que lo he visto hoy solo han sido dos. Y repito, es la sonrisa más hermosa que he visto.
***
Estaba recostada en la cama de Ian mirando al techo mientras él terminaba un último informe para la universidad. El próximo año se graduaría de leyes de Yale, ya que tuvo que seguir con la tradición familiar. Yo tuve mucha suerte de que mis padres me dejaran escoger lo que más me gustaba, no pensaba amarrarme de por vida a algo que me haría infeliz, no tengo tiempo que perder.
-....Pero ya no sé qué más agregarle- dijo Ian- ¿Olivia? ¿Me escuchaste?
-Eh, no. Disculpa, no sé qué me pasa hoy.
-Te conozco. ¿Qué te preocupa?
-Nada, son estupideces de mi cabeza.
-¿Es de nuevo sobre el futuro? Ya sabes lo que haremos.
A pesar de que eso no era lo que me preocupaba, también ese tema me quitaba el sueño. No estaba segura de que fuera a funcionar el plan con Ian. Ya sé, los matrimonios arreglados es algo demasiado patriarcal y antiguo. Pero este no es técnicamente uno arreglado, es solo que sabemos que así nuestros padres serían más que felices. ¿Dónde queda mi felicidad? Pues bueno, este es el plan: fingiremos que Ian me engaña, y yo, lo perdonaré. Pero obviamente, por temas de dignidad, solo seremos amigos. Siempre siento que no va a funcionar y me van a presionar a volver con él. Pero ya tengo mi discurso armado y él también.
-¿De verdad crees que se lo van a tragar? Si te perdono un desliz, para ellos casarse sigue en el panorama.
-Ah, entonces sí era lo que te preocupaba- me miró fijamente-. Me voy a ir a Francia y lo sabes. Así yo podré ser abiertamente gay y tú puedes rehacer tu vida con quien te parezca -dijo tomando mi mano.
-No sé Ian, no quiero lastimar a nadie.
-Tenemos que pensar en nosotros de una vez.
Tenía razón. Todo iba a salir bien, solo teníamos que seguir el plan y listo. Luego tendría mi propia marca de ropa y podría viajar por el mundo, conociendo a chicos (o chicas), hasta conocer al amor de mi vida, o algo así.
-¿Estás emocionada por el viaje? Creo que este será mi último antes de irme a Francia el próximo año.
-No quiero que te vayas- me levanté y le di un abrazo.
-Ojalá pudieras ir conmigo, y ojalá me gustaran las chicas, así podríamos realmente casarnos.
-¿Y quién dijo que me casaría contigo si te gustaran las chicas? -lo miré divertida.
Lanzó una carcajada y seguimos pensando en el viaje. Tenía que ser épico si iba a ser el último. Pero nunca le dije a Ian qué era lo que me preocupaba. Y tenía que ver con nuestro invitado especial: Blake. Este sería un viaje que cambiaría mi mundo para siempre.
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Olivia Ross
Teen FictionTe culpas por haber confiado en él. Te culpas por haber confiado en el amor, te culpas por haber jurado que estabas destinada a estar con él. ¿Y qué hizo él? No es tan fácil de explicar. Antes que nada todo comenzó gracias a algo...Una sonrisa, una...