La joya del conejo

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Difícil.

Extraño.

Nuevo.

Era difícil, eso era obvio para todos pero aún así había días en que se desesperaba. Jongho hace apenas unos meses que se había convertido en rey consorte al casarse con su esposo Kang Yeosang y se le seguía complicando todo el tema.

Como si simplemente la corona no le quedara de ninguna manera. Lo apretaba tanto que le causaba dolor de cabeza y a la vez era tan grande que sentía nunca poder llenarla.

Aceptaba que amaba al rubio como nadie, que estaba feliz de verlo sonreír todos los días mientras le tomaba la mano y le dedicaba miradas llenas de alegría, amaba ver a una de las personas más importantes para él siendo feliz a su lado. Sabía que podría volver a comenzar una guerra contra el mismo mundo solo si su esposo se lo pidiera y es que se daba cuenta que estaba en un ciclo vicioso que no iba a poder dejar, porque amaba el amor que le daba el rey.

Pero él no había nacido para ser un rey, se sentía fuera de lugar en todo momento, había pasado de ser el guardián del príncipe a ser rey. Todos en las naciones debían rendirle lealtad y respeto pero ¿Qué pasaba si eso no era lo que quería?

Sabía que no lo iba a poder dejar, que él mismo se puso las cadenas en sus muñecas cuando aceptó amar a Yeosang. Aún cuando debió abandonar todo aquello que era; no podía hacer las mismas actividades que le gustaban, pues era el rey, alguien que apenas y le permiten tocar pasto, que no se debe lastimar haciendo ningún deporte o enfermar en alguna cacería.
Aún suspiraba al recordar cómo el ministro enloqueció al saber que había estado haciendo equitación.

Pero podía soportarlo, podía aprender y acostumbrarse con el tiempo. Aunque se sintiera como una oveja entre una manada de lobos, todos esperando a un pequeño movimiento cobarde de su parte para devorarle.

Al final seguiría siendo uno de los reyes.

Y ahí estaba, esperando junto a su esposo a que dieran el aviso de que el tío de este había llegado al palacio.

- Él solo viene a forjar lazos familiares de nuevo. - Le dijo Yeosang sentado a su lado. - Se quedará unos días antes de volver y me gustaría pasar tiempo con él.

- Lo entiendo, es tu tío, pero ya tienes esta semana muy ocupada y pasar tiempo con él te sería apenas posible. - Lo miró. - Literal solo podrías durante las comidas.

- Me haré tiempo...

- Claro, veré si puedes. - Vio como el rubio lo miró con ojos tristes. - Sabes que lo que digo es verdad, te vas a esforzar de más porque él decidió llegar de improviso, tú tiempo es tuyo, los demás no pueden disponer de él así como así.

- Lo sé.

Abrieron la puerta del salón llamando la atención de los reyes, estos se pusieron de pie para recibir a su tan esperado invitado.

Detrás del guardia entró el hombre, alto e impecable, con rostro tranquilo y un caminar elegante el cual detuvo para hacer una reverencia.

- Sus majestades, es un honor que me reciban en... este palacio. - Las ultimas palabras salieron agridulces para los oídos de los reyes, como si hubiera desagrado.

- Es un gusto tenerle aquí. - Dijo Yeosang señalandole con la mano extendida el sofá que tenían frente a ellos.

El hombre caminó y esperó a que su sobrino tomara asiento, por protocolo no se podía sentar si el rey no lo hacía primero.

- Nos tomó con gran sorpresa el recibir su carta apenas hoy, anunciando su visita. - Le mencionó Yeosang, la verdad es que odiaba que las personas hicieran ese tipo de cosas, disponer de su tiempo como si fuera de ellos, su esposo ya lo conocía.

Secrets And Lies: The other nation - ATEEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora