Capítulo 32 Humo y cenizas

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Faltando un día para que acabara la segunda semana, Aya golpeó la puerta de una casa y esperó a ser atendida.

—Disculpa, otras personas y yo estamos tomando muebles para mantener encendida la fogata —explicó a la persona que apareció frente a ella—. Nuestra intención es que alguien pueda ver el constante humo y venir en nuestra ayuda.

—Qué estupidez —contestó Kazuo sin dudarlo.

—¡¿Qué?! —La joven se exaltó, dudando de lo que de lo que acababa de oír.

—Olvídalo, no dije nada. Hay muchas casas en el pueblo, tomen muebles de otra —sugirió el adolescente y comenzó a cerrar la puerta al considerar terminada la conversación.

—¡Ya lo hicimos! Por eso te pido los de esta casa, hemos estado quemando muebles día y noche por dos semanas —argumentó Aya desesperándose por frenar la puerta.

—Lo sé, pude notarlo —comentó Kazuo con ironía.

—No queda nada que quemar en las que están deshabitadas.

—Entiendo.

—¡Entonces ayúdanos! ¡¿No quieres salir de este lugar?!

—No creo que lo que están haciendo sirva de algo. Si la voz considerara que ponen en peligro sus planes, habría interferido hace tiempo. Prefiero mantener estos muebles para mi comodidad. Adiós. —Cerró la puerta sin más.

—¡Mocoso maleducado! ¡Cuando nos rescaten no vengas a rogarnos perdón! —gritó Aya enfurecida ante tal muestra de egoísmo.

Seres miserables —se escuchó de repente—. El plazo hasta el siguiente juego se extenderá una semana más. Disfruten de mi benevolencia, y será mejor que además se preparen, lo necesitarán...

—¿Otra semana?... —Aya se preocupó. Significaba progresar en su embarazo más de lo que quería antes de volver a arriesgar su vida, así como también una declaración de parte de la voz. No me importaba en absoluto cuánto tiempo sigan esperando ser encontrados, les dijo implícitamente.

—Es como dijo ese chico... no tiene miedo de lo que hacemos, nos deja continuar cuando fácilmente podría detenernos... —Se golpeó las mejillas con las palmas para cambiar de ánimo—. ¡No! Es el peor momento para ser pesimista. Tenemos que seguir intentando, es todo lo que nos queda. —Se determinó a probar con la próxima puerta en su lista.


—Así qué ¿puedo quemar tus muebles? —preguntó Tajima en la entrada de otra casa. Ryota, quien le abrió solo al comprobar que no se trataba de Crazy-K el que golpeaba, respondió:

—Ante tan noble objetivo no puedo negarme. Quiero salir de este lugar tanto como cualquiera —aceptó sonriendo con normalidad—. Solo pido quedarme con un mueble en particular —agregó al instante, pensando en el baúl donde guardaba los objetos personales recolectados.

—No hay problema, te lo agradezco... —Tajima trató de actuar de forma educada antes de entrar, mas por mucho que lo observara esforzándose por recordarlo, resultaba inútil.

—¿Podrías llevarlos tú afuera? Preferiría no salir, soy muy sensible al sol — mintió Ryota interrumpiendo la incómoda mirada.

Tajima notó las mangas largas que tapaban sus brazos, pese a que el calor aumentaba cada día durante esa primavera, y asumió que serían para protegerlo de quemarse.

—No hay problema. Puedo hacerlo solo.

La verdadera razón de que Ryota tapara sus brazos era para evitar relevar su musculatura. El tiempo que pasó sin hacerlo comprobó llamar la atención innecesariamente, por lo que volvió a un atuendo más recatado como el usado durante los primeros juegos.

Cuentos de supervivencia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora