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•Sangre Divina•
Danaeamaba las tormentas, era como si el cielo se quejara por todo lo que los humanos le hacían pasar, una tormenta sin rayos, sin duda un insulto para el Dios de los cielos, uno que al parecer el Dios del mar había provocado.
Poseidón estaba en la cima del Empire State reunido con su hermano menor Zeus, que no estaba para nada contento.
—Zeus —llamo Poseidón haciendo que su hermano volteará a verlo.
—Poseidón—saludo el cuándo estuvieron frente a frente.
—Han pasado muchos años—mencionó el Dios del mar.
El dios de los cielos lo ignoro y volteo a ver el cielo.
—¿Qué vez ahí?
Poseidón examinó con la mirada el cielo nubloso.
—Nubes de tormenta.
—Sin rayos... robados—gruño dándole la espalda a su hermano mayor.
—¿Qué? ¿Crees que yo los robe?—preguntó Poseidón incrédulo—La omnipotencia te ha cegado hermano, tenemos prohibido robar nuestros poderes.
Recalcó caminando a su lado.
—Pero nuestros hijos no—acuso Zeus, Poseidón lo miró con furia.
—¿Acusas a mi hijo?, no lo veo desde que era un bebé, no me conoce, ni sabe quien es por tu culpa —dijo con la mandíbula apretada—¿qué hay de tu protegida?
—No te atrevas, hermano —gruño dando un paso adelante.
—El encanto de las Lefay te ha cegado, ¿le darás la razón a las Moiras?
Zeus lo ignoro.
—Si tu hijo es el ladrón, lo enviaré a los abismos del tártaro.
Poseidón lo tomo del abrigo bruscamente.
—Si le tocas un solo pelo te arrepentirás toda tu vida.
Zeus se zafó bruscamente.
—Tendrá que devolver el rayo en catorce días para la media noche del solsticio de verano—amenazo el dios de los cielos caminado—o entonces habrá guerra.
El dios estiró la mano, la puerta de metal voló en pedazos, reto con la mirada una última vez a su hermano mayor antes de entrar al Olimpo, la puerta volvió a formarse y en ese momento empezaba la cuenta regresiva.
