The Devil Wears White

Capítulo 83: La oferta

Finalmente, Ace volvió a tener 17 años. Tenía sus recuerdos, había recuperado su cuerpo y no necesitaba preguntar qué estaba pasando un día más. Todo todavía se sentía confuso, y la facilidad todavía estaba fresca en su mente, pero recordó estar con los Barbablanca, recordó haber recibido el ataque y recordó, incluso si eran recuerdos lejanos, cómo había sido lento, o más bien, rápido, ha estado creciendo de nuevo.

Sabo y Luffy estaban felices de que volviera a tener 17 años, casi más que él. Se estaba volviendo un poco repetitivo para Sabo, el que tenía que seguir explicándole a Ace todo lo que no recordaba, y mientras Ace seguía siendo Ace, no había sido su Ace.

Era extraño, pero era cierto.

Ahora, sin embargo, todo volvió a funcionar. Su hermano había vuelto, recuerdos, cuerpo y todo, y podían seguir adelante con el ataque.

En el desayuno, los comandantes y el Capitán estaban felices de ver a Ace volver a la normalidad, y Kyle, el que Ace había tomado el ataque de la fruta del diablo, incluso se había acercado y le agradeció a Ace por salvarlo.

Considerándolo todo, el día estaba comenzando genial para los tres.

Después del desayuno, los hermanos tuvieron otra sesión con Whisky a la que acudieron sin dudarlo. Con cada sesión que hicieron, fue cada vez más fácil ir y hablar con la enfermera. La sesión fue tan bien como se esperaba, Whiskey ayudó a Ace especialmente con sus recuerdos repentinamente muy frescos de la instalación, y una vez que terminó, volvieron a sentarse en la barandilla. Los tres habían pasado los últimos días aquí con Ace mientras él envejecía lentamente a su yo de 17 años, por lo que era casi habitual regresar al lugar incluso después de que todo volviera a la normalidad.

El lugar junto a la barandilla era casi como un refugio seguro para los tres. Era seguro, familiar, pacífico, algo en lo que siempre podían confiar. La barandilla siempre estaría allí, y cuando se sentaran allí siempre tendrían una buena vista del océano, el sol, el cielo, la libertad. Era algo en sus vidas que nunca cambiaría.

Los hermanos permanecieron allí durante el resto de la mañana, hablando ocasionalmente con un miembro de la tripulación o comandante que pasaba mientras lo hacían. No hicieron ningún movimiento para abandonar la barandilla, no hasta que sonó la campana del almuerzo, e incluso entonces se quedaron todo el tiempo que pudieron, los tres contemplando el océano aparentemente interminable antes de obligarse a irse y buscar comida.

El almuerzo fue tan normal como el desayuno, no sucedió nada fuera de lo común, no hubo ataques sorpresa y no hubo peleas. Era casi inquietante para los hermanos tener un día tan normal y anticlimático después de los extraños días que acababan de tener.

Cuando salieron de la cocina, ese día normal y extraordinario cambió. Nadie había salido todavía, solo Curiel y Kingdew que estaban cerca de la silla de Whitebeards, pero aparte de eso, la cubierta no tenía nadie más. Cuando salieron de la cocina, Sabo pudo escuchar los ruidosos pasos de Barbablanca mientras el Capitán caminaba detrás de ellos, confundiéndolo. Normalmente, el Capitán era uno de los últimos en abandonar la cocina, no el primero. Cuando apareció detrás de ellos, los hermanos se volvieron para saludarlo, todos preguntándose qué estaba haciendo.

"Ace, ¿te importaría si hablamos un minuto?" Preguntó Barbablanca, con su habitual sonrisa cálida y reconfortante en su rostro. Ace miró al Capitán confundido por un momento antes de volverse para mirar a sus hermanos. Ambos se encogieron de hombros, sin saber más de lo que él sabía de qué quería hablar el Capitán.

"Uh, seguro." Ace estuvo de acuerdo, sin ver ninguna razón de por qué no debería aceptar. Barbablanca aún tenía que demostrarles que era una mala persona y, francamente, no esperaban que lo hiciera. No había nada que hubieran visto o escuchado del hombre que les hiciera creer que el gigante podría volverse contra ellos como solían pensar.