Capítulo siete: "Melodía delatora"

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—Bueno, Jin... qué inesperado —contesté con la voz temblorosa.

—No te preocupes, si tú consideras que no es...

—No, no, no —interrumpí al chico y tomé un poco de aire—. Yo sí quiero ser tu novio, Jin.

—Yo creo que... ya se me quitaron las ganas de jugar videojuegos —dijo Jungkook comenzando a caminar por la calle.

—¡No! —le grité y se detuvo—. Jungkook ya me tengo que ir. Ustedes sigan con sus planes.

—¿Estás seguro? —preguntó Jin tomando mi mano.

—Completamente, mi tía Soolar está por llegar, como dije —expliqué y él me abrazó.

—Entonces cuídate mucho. Te llamaré después —expresó y me regaló un beso en la frente.

Jungkook admiró la escena desde lejos con gesto inexpresivo. Su amigo lo alcanzó con una fresca sonrisa en el rostro y ambos siguieron caminando rumbo a su destino.

Era cierto que había pasado muy poco tiempo desde que Jin y yo comenzamos a hablar y conocernos, pero realmente pensaba que al estar junto a él no podía menos que sentirme cuidado y tan pero tan confortable.

Ya lo había dicho, su compañía era... indescriptible.

Sentí alivio al notar que mi reloj aún anunciaba diez minutos para las siete cuando llegué a casa. La tía Soolar siempre se había caracterizado por ser una persona sumamente puntual y responsable, así que temía que ella hubiera tenido que esperarme afuera de mi hogar.

Dejé mi vieja mochila gris sobre el sillón de la entrada y subí a ponerme ropa mucho más cómoda.

El timbre emitió su sonido envolvente un par de minutos después. Mi ojo se pegó a la mirilla y admiré justo a la persona que quería ver, esa mujer de tez sumamente blanca y cabello teñido de rojo encendido en una coleta.

—¡Tía Soolar! —grité emocionado mientras abría la puerta.

—¡Tae!, ¿cómo estás, querido? —preguntó mientras me examinaba con la mirada—. Hace tanto que no te veía, ahora te siento mucho más grande.

—Creo que sí —contesté con una risita—. Ven adentro, tía. Tengo refrigerios, por si quieres...

—No, no, cariño. Si me llamaste para aprender, no debemos perder tiempo —interrumpió y me guío hasta la zona en donde había aparcado su coche—. Traje esta belleza para enseñarte todo lo básico sobre autos.

—En verdad es muy bonito—repuse admirando el curioso auto verde. La luz se reflejaba suave sobre la lisa pintura, parecía extraído de una postal antigua.

—Es un Dodge Coronet Super Bee de 1970. Uno de los más bonitos, a mi parecer y el favorito de todos mis muscle cars —expuso ella abriendo el cofre del auto—. ¿Y ahora, estás lista para la lección?

—¿Qué es un muscle car, tía? —pregunté acercándome.

—Me gusta pensar que son autos como nosotros, Tae. Se ven fuertes, con gran potencia. Pero con los pies bien puestos sobre la tierra porque evitamos cotizarnos como el resto de los autos deportivos. Y, ¿sabes una cosa?... —dijo acercándose para susurrarme algo—. Así nos mantenemos como las favoritos del público.

—Estoy lista, tía —respondí con una risa.

La hermana más joven de los Kim causó la furia de mis abuelos cuando salió de la tradición de leyes y decidió fundar su propio taller mecánico.

Papá me contó que tenía apenas quince años cuando comenzó a leer grandes libros sobre mecánica a partir de que les mostraron un documental en la escuela. Kim Soolar, de apariencia regordeta, comenzó siendo la burla de todo el pueblo. Sin embargo, trabajó tan duro que resultó ser la mejor mecánica de la redonda, logrando abrir otras dos tiendas que se dedicaban a vender refacciones difíciles de conseguir y a impartir cursos de mecánica básica.

En este mundo no cabemos los dos |•ᴷᵀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora