Capítulo dieciséis: "Verdad o Reto"

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—¿De qué hablas? —preguntó Jimin con angustia.

—Te marcaré en un rato —dije y colgué el teléfono.

Empecé a rodear el lugar con la respiración entrecortada. Trataba de buscar algo que me diera una señal de lo que había pasado. Y, más importante, de lo que le había pasado a Seulgri.

Subí por los pedazos de ladrillo que se encontraban tirados a un costado del taller y logré alcanzar una pequeña ventana que no había sido barnizada con la pintura negra.

Asomé mi cabeza con cuidado de no resbalar y observé el taller justo como lo recordaba del día anterior. Lo único que era diferente era que todo lucía vacío y abandonado.

Bajé de mi pequeña base y seguí explorando alrededor. Sentí cómo la angustia se apoderaba de mí. No entendía qué estaba pasando, lo único que sabía es que no podía ser nada bueno.

Llegué hasta la zona en donde estaría guardado el convertible de Edward. La cortina de metal estaba cerrada, y parecía impenetrable, a pesar de que intenté levantarla de diferentes formas. Mi esperanza comenzaba a escurrirse cuando la vida se apiadó un poco de mí y algo me deslumbró.

Entrecerré los ojos para encontrar el punto del que provenía la luz y me di a la tarea de mover la tierra que rodeaba el taller con mi mano para encontrar el origen de mi única señal. Las manos me ardían debido a las raspaduras provocadas por objetos diversos que yacían en el suelo pero al fin, después de haber chocado con más de un tornillo o tuerca, mis dedos toparon con un objeto metálico mucho más pequeño.

Uní mi dedo índice con el pulgar para sujetarlo y descubrí que había pescado una diminuta llave.

Revisé el candado que custodiaba la cortina del taller y di un pequeño salto cuando encontré que aquella coincidía perfectamente con la llave que acababa de hallar.

Di la vuelta una vez que la introduje en el candado para ver ante mis ojos como éste cedió y me permitió subir la cortina metálica para entrar al hogar del antiguo convertible.

Me estremecí antes de comenzar a revisar el espacio, parecía no haber sido tocado por nadie, todo seguía justo como el día anterior. Traté de entrar por el pasillo que conducía al frente del taller pero éste se encontraba cerrado y las llaves no parecían estar en ningún lugar.

Fue entonces que mi mirada chocó con el Duesenberg y algo dentro de mí me hizo sentir que yo debía acercarme. Me adelanté con el corazón latiendo a más no poder y abrí el auto con cautela. Parecía que yo esperaba que el vehículo fuera a hablar conmigo y mostrarme el secreto más profundo de todos, sin embargo, no fue así y me quedé decepcionado mirando el interior.

Solté un enorme suspiro y di un último vistazo antes de desplomarme en el asiento del conductor. Sonó un crujido procedente de la carrocería y el polvo acumulado en los asientos del Duesenberg comenzó a volar a mí alrededor.

¿Por qué cada que algo iba muy bien todo comenzaba a arruinarse?

A pesar de que el auto estaba en reparación, tenía considerables capas de polvo en algunas partes específicas. Pasé mi mano por el tablero para sacar la suciedad que había al frente cuando noté una mancha irregular en el fondo del mismo.

Estiré mi cuello lo más que pude para verla y noté que aquella forma no era otra cosa que letras. Había algo escrito en el polvo del tablero.

"Cuidado, Tae"

Parecía una nota de Seulgri, ¿por qué debía tener cuidado? Un escalofrío recorrió mi ser antes de salir del convertible. Una sensación siniestra me indicaba que, probablemente, había algo que no teníamos contemplado.

En este mundo no cabemos los dos |•ᴷᵀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora