Séptima Parte

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Habían pasado alrededor de veinte minutos y ninguno había dicho nada aún. Los tres permanecían en absoluto silencio.

Fácilmente se podía sentir la tensión e incomodidad en la atmósfera.

Kojiro, al ver que su pareja no decía nada, decidió dar el primer paso.

—Kaoru... Miya...—el Alfa se detuvo para poder respirar profundo —Yo... Yo lo siento.

Los mencionados fijaron su atención en el Alfa. 

—Honestamente, no fue mi intención herirlos con mis palabras. Es sólo que... toda esta situación es muy confusa para mí —confesó Kojiro.

Kaoru se sorprendió, pero también se conmovió por la honestidad de su pareja, motivándolo y dándole valor para hablar también.

—Para ser honesto... la situación tampoco ha sido fácil para mí —admitió el Omega.

El Alfa y el niño lo miraban atentamente.

—Pensé que al crear este lazo las cosas serían más sencillas, que esto nos ayudaría a ambos, pero... me equivoqué...

Kojiro no supo que decir. Miya menos.

Kaoru giró su cuerpo lentamente para ver a Miya, los dos mirándose fijamente por varios segundos. 

El Omega, con timidez y cautela, tomó sus pequeñas manos.

—Miya... Si tú lo deseas, puedo romper el lazo. —dijo Kaoru, con una pequeña sonrisa. Una sonrisa llena de dolor y de tristeza.

Tanto el Alfa como el niño se sorprendieron ante sus palabras.

—Kaoru, ¿estás seguro de esto? —preguntó Kojiro, no muy convencido.

—Sí —contestó Kaoru —Es lo mejor para todos. Lo mejor para... Miya.

Kojiro hizo una mueca. Kaoru estaba mintiendo. El Omega no quería romper el lazo,  no lo quería, pero... pero debía hacerlo. Si no lo hacía, el cachorro podría salir lastimado. Y ninguno de los dos quería eso.

Miya no dijo nada, solo se mantuvo en silencio. Un silencio desgarrador.

Los dos adultos se miraron entre sí preocupados.

—¿Miya? —lo llamó Kojiro.

El niño no respondió.

—¿Miya? —esta vez lo llamó Kaoru. El Omega se estaba asustando por verlo así, sin hablar.

De repente, el niño murmuró algo, pero los adultos no lo pudieron escuchar.

—¿Qué dijiste, Miya? —preguntó suavemente el Omega —No pudimos escucharte bien.

Entonces, Miya por fin habló. Fuerte y claro.

—¡No quiero! ¡No quiero que rompas el lazo! ¡No quiero! ¡No quiero! —dijo Miya, entre gritos y llanto.

Kaoru y Kojiro se sorprendieron. La reacción los había tomado desprevenidos a ambos.

—Miya, tranquilízate —pidió el Alfa.

—¡No! —gritó más fuerte el niño.

—Miya estás siendo irracional —habló una vez más el Alfa, tratando de calmarlo.

El niño no le hizo caso, solo siguió llorando desconsoladamente.

Kaoru estaba muy sorprendido, no esperaba esa reacción por parte de Miya.

Estaba teniendo sentimientos encontrados... Por un lado se sentía culpable, él fue el que ocasionó todo esto, por su culpa Miya estaba experimentando ese dolor. Pero... también se sentía aliviado. Él, a decir verdad, tampoco quería romper el lazo. Se había encariñado genuinamente con el cachorro. Su lado Omega lo había reconocido como suyo, quería a Miya como un hijo.

Entonces, Kaoru sonrió. Ahora era su turno de actuar.

—Miya, tesoro...—lo llamó con dulzura —No llores...

Miya dejó de llorar y miró a Cherry. El Omega lo miraba con cariño y ternura.

Kojiro sólo los observaba, en silencio. Estaba asombrado. La atmósfera pesada y lúgubre había desaparecido en cuestión de segundos.

Las feromonas del Omega habían hecho acto de presencia para calmar al cachorro, y Kojiro, rápidamente, fue hechizado por estas; durando varios minutos en un trance. Y hubiera seguido así por más tiempo, pero algo mucho mejor captó su atención.

Miya se encontraba en los brazos de Cherry,
con la cabeza apoyada en su pecho y con los ojos cerrados. El Omega lo sostenía gentilmente mientras le cantaba una canción de cuna. Las canciones de cuna siempre ayudaban a Kaoru; le ayudaban a conciliar mejor el sueño.

Así que no fue una sorpresa que Miya se quedara dormido mientras el Omega le cantaba dulcemente al oído.

El Alfa, inevitablemente, sonrió ante aquella maravillosa imagen.

—Veo que no renunciarás a ese lazo tan fácilmente —dijo Kojiro.

—No, no voy a renunciar a este lazo... Ni a el ni a Miya —aseguró el Omega.

Kojiro suspiró, pero después sonrió.

—Eres demasiado obstinado, ¿lo sabías?

—Lo soy —el Omega estaba de acuerdo con eso.

—¿Qué haremos con toda esta situación? —preguntó repentinamente Kojiro, observando como su pareja acariciaba gentilmente la cabecita del niño.

Kaoru no respondió, estaba muy concentrado consintiendo a su cachorro. Quería consentirlo y cuidarlo para siempre.

—Sabes que este tema no lo podemos evadir para siempre —le recordó Kojiro.

—No quiero que me alejen de él —manifestó su miedo el Omega.

—No podemos separarlo de sus padres tampoco...— reflexionó.

—Lo sé... —respondió cohibido el Omega.

—Pero podemos encontrar una solución...

Kaoru lo miró maravillado, sus ojos brillaban con ilusión.

—Tienes... Tienes razón...

—Por el momento será mejor que llevemos a Miya a su casa. Oscurecerá pronto.

—Está bien, pero... ayúdame, no quiero despertarlo —le dijo en voz baja Kaoru, no quería moverse e incomodar a su cachorro.

—De acuerdo...—Kojiro se aproximó a ellos y tomó al niño cuidadosamente en sus brazos.

Miya dormía plácidamente, como un bebé. Sin duda toda esta situación lo había dejado exhausto. Merecía un descanso.

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Los lazos que nos unen ✨🍵🌸✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora