La Bella y la Cowgirl

1.2K 146 20
                                    


Emma tenía razón: la arcilla había hecho milagros. Al despertarse al día siguiente, ya no sentía ningún dolor. Al menos, se había atenuado bastante. Suspiró. Se había comportado de una forma testaruda al querer ganar a todo precio ese duelo. ¿Se debía realmente a la apuesta o alguna otra cosa?

Durante todos esos años en Los Ángeles, había acabado por olvidar cosas esenciales como su juventud en la casa familiar, sus arduas sesiones de entrenamiento con su padre, sus horas pasadas en los establos, escondida como en un santuario. Ese olor característico que la relajaba cuando estaba contrariada. Sí, le gustaba encontrarse con su caballo, el que su padre le había regalado por su doceavo cumpleaños. Ese caballo que se convirtió en su mejor amigo...Pensando en ello, se había marchado a la costa oeste dejándolo tras ella...¿Estaría aún vivo? ¿Estaría disfrutando una jubilación apacible o había muerto bajo la indiferencia total de su dueña?

Suspiró y dio vueltas en la cama: había dejado tantas cosas tras ella. Y esos pocos días ahí, como una vuelta a las raíces, le recordaban cuánto se había alejado de los valores que su padre le había inculcado. Si la viera hoy en día, ¿qué pensaría él?

La verdad era que esa estancia forzada le traía a la memoria muchas más cosas de lo que le hubiera gustado. ¿Echaba de menos su vida anónima? Nunca se había preguntado lo que sería de su vida si no fuera cantante...¿Habría acabado sus estudios de derecho que tanto quería su madre? ¿O se habría inclinado hacia otra cosa...? No tenía ni idea. Quizás algo que se pareciera a la vida de Emma: al aire libre, en contacto con los caballos...

Pero hoy en día, le gustaba tanto su vida, amaba tanto lo que hacía...Que le sería imposible plantearse hacer otra cosa, abandonarlo todo...Ni siquiera por una mujer...Ni siquiera por Emma.

Pues por muy seductora que fuera la idea de vivir un gran amor ahí al lado de Emma, tenía que ver las cosas con claridad: de ninguna manera acabaría sus días ahí, al menos no mientras que su carrera le permitiera ganarse la vida...

Pero cuando bajó, sus certezas se esfumaron cuando se encontró a Emma, delantal anudado a la cintura, espátula en mano y cabellos atados en un moño desaliñado. Con ligeras manchas de harina en la frente, acogió a la bella morena con una gran sonrisa que hizo que el corazón de Regina se saltara un latido.

–Hey, buenos días. ¡He hecho crepes!

Regina sonrió y se sentó a la mesa.

–¡Gracias! Buenos días también. Parece de muy buen humor.

–Esta noche

–¿Esta noche?

–La cena. Será esta noche.

–¿Tan rápido?

–Sé lo que quiero

–¿Y qué es lo que quiere?

Emma no respondió, enarboló una gran sonrisa y le ofreció un guiño antes de volver a los fogones.

Regina amaba ese pequeño juego de seducción, peligroso cierto, pero terriblemente excitante.

–Sé de alguien que parece impaciente.

–¿Impaciente? Noooo...No pienso en eso todo el rato. Solo...Bueno, solo quiero...

–¿Sí?

Emma suspiró

–Es usted insoportable. Y le advierto que también usted parece impaciente.

–Porque siento curiosidad por lo que me ha reservado

–No se sentirá decepcionada

–Fanfarrona

Rodeo LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora