Un comienzo inesperado

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DIARIO DE CASTIEL NOVAK

9 de septiembre, por la noche. Se acerca el peor día de mi vida. Tras la mudanza y un verano sumergido entre libros, es el momento de afrontar la realidad. Normalmente puedo superar este tipo de situaciones; solo debo pasar desapercibido sin abandonar la zona de confort. Pero esta vez va a ser distinto, Balthazar e Inías no estarán en la misma clase. Echaré de menos el poder refugiarme en ellos. Sobre todo cuando algún matón intente deshacerse de sus inseguridades haciendo brotar en mí aquello que, como si de miel para criaturas unineuronales se tratase, podían detectar sin problemas; el miedo.

10 de septiembre. Apenas ha pasado una hora desde que me dejé caer en el sofá. Mis predicciones parecían no ser del todo acertadas, remarco, parecían. Procederé a redactar los acontecimientos que han tenido lugar hace unas horas. Quizá de esta forma mi escepticismo se filtrará a través de la tinta para ofrecerme una visión más lejana, objetiva y esclarecedora de los hechos.

Tras santiguarme a petición de mi padre, bajé del coche. Una vez llegué a la puerta del instituto inspiré, dando lugar a una larga espiración que causó un silbido casi imperceptible. Mi padre siempre decía que dicho sonido era una especie de alarma en frecuencia angelical. Nunca le había tomado en serio hasta entonces. Noté como el peso de mi mochila aumentó, lo cual me hizo cerrar los ojos de forma indeliberada a la espera de un último empujón que me llevase al suelo.

- ¿Esperando a alguien? -preguntó una enérgica voz masculina.

Abrí los ojos para poder ver de quién procedía esa voz. Se trataba de un chico de más o menos mi edad, ligeramente más alto. Llevaba una chaqueta color pistacho, vaqueros y unas botas que yo, solo utilizaría en días lluviosos.

-Eeeh, bueno... a nadie en especial -contesté.

Pasaron unos instantes hasta que él, mirándome con esos ojos más verdes que los prados de La Comarca, comentó:

-No recuerdo haberte visto por los alrededores durante el curso anterior. ¿Eres nuevo? -finalizó con tono interrogativo esperando mi confirmación.

-Sí. -Asentí.

No pude permitirme el lujo de dar una explicación más extensa ya que alzó la mano a media altura adelantándose a sus palabras.

-Mi nombre es Dean. -Sonrió, trazando unas leves arrugas en el extremo exterior de cada ojo.

-Castiel, un placer -contesté mientras nos estrechábamos la mano al son del timbre que anunciaba el comienzo de las clases.

- ¿Por casualidad no irás a primero de bachillerato? -preguntó con el ceño fruncido, remarcando su interés.

- ¡Sí! -contesté con más entusiasmo que de costumbre; aunque igual de breve y conciso.

-En ese caso podría asegurar que vamos a la misma clase. Ya que, por la extensión de tus respuestas, deduzco que no irás al grupo de letras -murmuró la última frase intentando darle un tono más cómico, lo cual funcionó, ya que no pude evitar dejar entrever una sonrisa-. Ahora quedaré como un idiota si resultas ser de letras -podría quedar como cualquier cosa excepto como un idiota, pensé mientras intentaba dirigir la mirada hacia cualquier punto donde no coincidiese con la suya. Pero fallé. Nuestras pupilas se atraían como dos imanes de polaridad opuesta.

-Buena deducción, Sherlock -repliqué mientras simulaba quitarme un sombrero que no poseía.

-Te acompañaré hasta clase, si no te importa, mi querido Watson. -Movió las cejas intentando hacerme llegar un mensaje, que a parte de la obvia referencia, no capté del todo.

Nos dirigimos a nuestra primera clase, pasando entre la multitud tratando no perderle de vista. Primero tuvimos que atravesar un largo pasillo hasta llegar a las escaleras, las cuales subimos con intención de llegar al tercer piso. Una vez allí, todas las clases estaban cerradas. No había ningún indicio de aroma juvenil.

Déjame confesarte mis pecados [Destiel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora