Cerezo blanco

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DIARIO DE DEAN WINCHESTER

30 de septiembre, once de la noche. Preciado diario, juro solemnemente que esto no es una guarrería.

Al salir de clase fui con Cas a dar una vuelta en coche, en mi preciado Impala. Antes debía pasar por casa de Bobby para darle unas herramientas que mi padre se había llevado hacía varas semanas. Al llegar había unos tipejos con pinta de moteros, los típicos cuarentones, barba tirando a blanca y con un pañuelo negro en la cabeza. Seguramente el pañuelo solo se lo ponían para disimular que se estaban quedando calvos, tantas horas en el asfalto debe pasar factura a cualquiera. No podía faltarles el chaleco de cuero y las botas negras. Resumiendo, unos parguelas. Bobby tenía la puerta entre abierta, uno de ellos tenía la mano apoyada en ella; supongo que tendría puesto el pie para que no empujasen.

Al ver que bajaba del coche, se agarró la lengüeta de la gorra e inclinó la cabeza hacia abajo para que ellos no le viesen los ojos. Como la casa de Bobby está algo más alta que el suelo, al igual que su porche, yo podía verle los ojos pero ellos que estaban frente a él no. Me hizo señales para que dejase las herramientas a un lado y me largase. Este viejo prefiere ver a esos tíos raros antes que a mí, le dije a Cas cuando entré al coche. Arranqué y conduje sin rumbo.

—Estará ocupado, Dean. Cuando madures te darás cuenta de que lo primero son las obligaciones.

—Cas, Cas, Cas... —sonreí— Si eres tan maduro, debes saber cuáles son tus obligaciones como novio, ¿verdad? —Le golpee el brazo un par de veces con el codo.

— ¡Siempre aprovechas la mínima para sacar ese tema, eres un depravado! —se puso rojo, como nunca, incluso se tapó la cara. Me pareció un poco exagerado, pero con Cas nunca se sabe.

— ¿Quiere la dama ir a algún sitio en especial? —Negó con la cabeza, aún con las manos tapándole la cara—. Entonces ya sé donde llevarte.

Después de media hora de camino, aguantando a Cas preguntándome el sitio donde le iba a llevar, llegamos al descampado. Había unos cuantos coches aparcados en batería, pero no me costó mucho hacerme sitio entre ellos.

—Dean, acabas de aparcar en un descampado que no tiene nada un kilómetro a la redonda. Lo único que hay son cuatro coches mal aparcados a nuestro alrededor.

—Veo que aparte de ser preciosos también te sirven para ver —me quité el cinturón de seguridad, me acerqué a Cas apoyando la rodilla entre nuestros asientos y le besé.

—Dean, estás seguro, aquí, en el coche... —se mordió el labio.

—Sé que te encanta, no te hagas el santo conmigo.

Me senté encima de él, pasando las piernas por cada lado del asiento. Nos besábamos, le quité la camiseta como pude; Cas aún tenía el cinturón puesto.

—Cas... —me mordió el labio inferior—, el cinturón. Ya sé que te pongo a cien —me arrimé más para besarle el cuello— pero no hace falta que lleves el cinturón puesto —susurré.

No tardamos en movernos a la parte de atrás. Cas tumbado en los asientos traseros y yo sobre él, pasando la mano por su torso desnudo y jugando con el botón de su pantalón. Lo desabroché acercando la boca hasta su paquete y bajé la cremallera del vaquero con los dientes; metiendo el colmillo dentro del agujero en el tirador de la cremallera. Comencé a besarle el paquete por encima del bóxer, notando la humedad del líquido preseminal en mis labios.

—Dean, hazlo —susurró.

Le quité el bóxer lentamente, pasando la lengua por su varita según iba descubriéndola. Dejé la goma del bóxer apoyada bajo sus perlas y me la metí entera en la boca. De arriba a abajo, una y otra vez. Sentía las manos de Cas en mi espalda y nuca agarrándome con fuerza. En cuanto notaba que se le endurecía el rabo por la parte de abajo, indicando que estaba a punto de correrse, paraba, nos besábamos durante un buen rato y volvía a repetir lo mismo.

Déjame confesarte mis pecados [Destiel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora