Laura, Gabriel y Leonardo estaban sentados juntos. Atrás de todo, en una mesa plegable, con un mantel completamente distinto a los del resto de las mesas del banquete de bodas. Al menos les habían puesto un centro de mesa, un poquito más vacío que lo demás, pero centro de mesa en fin. Estaban justamente al lado de la puerta de la cocina y cada vez que esta se abría les tapaba la vista, si era que no llegaba a golpearlos.
-¡Chicos! ¡Perdón por ponerlos acá solos! Es que llegaron unos familiares de Dani que supuestamente no iban a venir y nos quedamos sin espacio. ¿Les molesta estar acá? Porque tal vez podemos mover un par de cosas por acá, otras por all...
-Sari, estamos bien -le aseguró Laura. -Andá a disfrutar de tu boda nena, que es de los días más importantes de tu vida.
-¿Chicos?
-Anda, Sari -respondió Gabriel y Leonardo asintió.
-¡Gracias! ¡Los amo! -dijo Sara y se fue a su mesa donde la esperaba Dani, su recién declarado esposo.
La leve música, las voces y las risas eran un sonido de ambiente, pero la mesa del trío fantástico permanecía en un completo y absoluto silencio. Laura doblaba y desdoblaba su servilleta, Gabriel no hacía nada y Leo movía su vaso, haciendo que el último sorbo de whisky bailara en el fondo.
-Y bueno, ¿de qué parte son, novio o novia? -preguntó Gabriel intentando romper el silencio entre ellos.
-Novia -respondieron los dos al mismo tiempo y se dirigieron una leve mirada de desprecio.
-Yo del novio, fui con él a los últimos años de la secundaria y ahora trabajamos en la misma empresa. ¿Hace mucho que conocen a Sari?
-Bastante.
-Toda la vida, nos conocemos desde la primaria -retrucó Leo con tono arrogante.
-Yo la conozco desde el jardín de infantes. Éramos la clásica rubia y morocha, inseparables -dijo Laura dando batalla.
-Claro, pero vos te fuiste la mitad del secundario al extranjero, yo estuve con ella todo ese tiempo.
-Ah, mira qué interesante, ¿a qué país te fuis...? -empezó a decir Gabriel pero fue interrumpido por Laura:
-Sí sí, muy presente en todo, pero ¿quién le presentó a Dani? ¿Quién le presentó a la persona que ahora es su esposo? Yo se lo presenté, Leonardito.
-¿De verdad los presentaste vos? Podés creer que no tengo ni idea de como se conoc... -volvió a intentar intervenir Gabriel, pero esta vez lo interrumpió Leo:
-Claro, ahora entiendo... pero me queda una duda: ¿quién se fue y quién se quedó acá con la novia, ayudándola en todo y saliendo de la oficina ante cualquier llamado? ¿Me decís quién? Ah claro, no sabés, ¡porque te fuiste por otros tres años!
-¡Eso no es mi culpa, Leonardo! ¿Vos esperabas que rechace una oferta de trabajo de ese calibre? ¿Dejar una oportunidad que me iba a garantizar un futuro? ¿Vos estabas en pedo? ¡Era la oportunidad de cumplir mi sueño!
Gabriel a este punto miraba a uno y a otro a tal velocidad que le iba a agarrar una tortícolis. Abría la boca para acotar, pero nunca tenía la oportunidad. Quería entender lo que estaba pasando y, por el momento, solo era un espectador confundido.
-¡Pero a vos te iba bien acá! Tenías todo lo que necesitabas, no te faltaba nada. Decime: ¿te faltaba algo?
-¡SÍ! -se hizo un silencio sepulcral. Gabriel sentía que miraba un programa de televisión. -Me faltaba mi mamá, Leonardo.
-Pero me tenías a mí, Laura. ¿Yo no alcanzaba? También estaban Sari y los chicos, ¿no éramos suficiente para vos?
-No es eso. Yo... -Laura no pudo hablar, se le hizo un nudo en la garganta que no permitía salir ninguna palabra.
-Yo te amaba, Lala -Gabriel abrió la boca hasta que prácticamente se le dislocó la mandíbula. -Eras mi mundo. Estos podríamos ser nosotros -dijo Leo señalando alrededor, -te iba a pedir que te casaras conmigo, pero te fuiste.
-Leo, yo... Perdón, necesito irme -sentenció Laura levantándose de la silla con lágrimas en los ojos para después correr hacia la puerta. Dio una mirada hacia Leo y volvió a irse.
-¿Leo...? -dijo Gabriel.
-¿Gabriel?
-¿Me podés contar toda la historia? Esto parece digno de una novela.
-¡Ja, esto es el colmo! Voy a buscar un trago -sentenció Leo quien se levantó de la silla y fue al bar.
-¿Nadie me va a contar nada? ¿De verdad va a quedar así? Es como si me dejaran una película a la mitad. Esto es una barbaridad, un desastre, ¡una injusticia! -exclamó Gabriel frustrado y salió del salón para tomar aire.
Ahora la mesa plegable, con un mantel distinto y un centro de mesa más vacío, estaba sola y con una historia a medio contar.
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Relatos de Otoño
RandomRelatos cortos que escribí en otoño y que no tienen ninguna relación entre sí.