Noviembre 04/ 2017
El dolor en mi pecho es tan insistente que quema y duele como alguna especie de lesión física. Es extraño y se siente tan real que me atrevería a decir que es 10 veces más doloroso que alguna quemadura de 2do grado.
¿Por qué?
Porque a veces el recordar duele demasiado. Y aunque sienta que en algún punto me derrumbaré no puedo detenerme.
¿Soy así de masoquista? Puede ser.
Recordar es vivir, ya sean recuerdos malos o buenos, en mi caso son catastróficos. Es como si un millón de imágenes pasaran frente a mi en un ir y venir, imágenes que duelen con el alma cada que las observó. Y sin poder evitarlo o ni siquiera planearlo, las lágrimas gruesas y saladas se expanden sobre mis mejillas.
Duele, y mucho.
Intento meter la cabeza entre mis rodillas flexionadas y trato de evitar todos esos malos recuerdos, poco a poco mi respiración se regulariza y las lágrimas dejan de expandirse, los flashasos de imágenes mentales se desvanecen con los segundos y cuando solo puedo ser consciente del sonido del agua cayendo de la ducha, puedo afirmar que el momento de debilidad ha pasado.
Vuelvo a ponerme de pie, e inmediatamente el dolor en mi trasero se hace presente.
¿cuánto tiempo estuve sentado?
Inhalo profundo una vez más y me vuelvo a poner debajo del chorro de agua de la regadera, no hay necesidad de secar las lágrimas, no cuando estás se confunden con el agua que cae sobre mi cuerpo.
Después de unos largos y tortuosos minutos, por fin decido salir de la ducha. Seco mi cuerpo con la toalla Blanca y me apresuro a vestirme.
Una vez más se me estaba haciendo tarde para la escuela. En otra situación no me importaría, pero hoy tenía un examen de matemáticas a primera hora. Seré un cínico, depresivo, drogadicto –esto último solo es exageración– o incluso estúpido pero maravillosamente no un mal estudiante.
Bajo las escaleras apresuradamente, con la mochila encima de mi hombro derecho, tomo las llaves de mi motocicleta que están sobre la mesita de noche; aún lado del sofá y cuando estoy apunto de escabullirme sin problema alguno, la voz de mi madre me detiene.
─ Hey, ¿ni siquiera un buenos días?
Volteo mí cabeza y la encuentro, recargada sobre el umbral de la cocina.
—Buenos días.—respondo por educación— Y adiós.
Voy hacia la la puerta y nuevamente detengo mis pasos a pocos centímetros de ella.
—¿Qué no piensas desayunar?
Suelto un resoplido y me volteo a regañadientes hacia la cocina, planeaba pasar desapercibido e irme sin desayunar, no tenía un gran apetito por las mañanas y tomando en cuenta que iba tarde... no era lo mejor. Claramente algo que mi mamá no planeaba permitir.
—Voy tarde a la escuela, no tengo tiempo. —me acerco hasta ella y le doy un tierno beso en la frente.
Por la posición puedo ver el interior de la cocina, no me sorprende ver que mi padre ya no esté dentro.
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Cuando La Vida Deje De Doler.
Teen FictionAdrien Dunkelheit ha pasado por un gran trauma y eso le ha quitado muchas cosas. A lo largo de su vida, se ha vuelto una persona sombría, triste y sin ganas de... vivir. Desde ya largos años atrás ha querido sacar todo aquello que lo mata por dentro...