PRÓLOGO

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No es lo que desearías, pero es lo que tengo para darte.

Si al inicio de todo me hubieran preguntado ¿cómo me visualizaba dentro de unos meses? Sin duda alguna mi respuesta sería: muerto o 6 metros bajo tierra, lo que mejor les venga.

En cambio me encuentro aquí, sentado sobre el pasto seco del otoño y a unos centímetros de distancia de la chica más irritante que pude conocer. Nunca me lo hubiera imaginado, mayormente porque, siendo sincero, al principio de todo yo no quería seguir, y no me malinterpretes, aún sigo sin querer vivir. Solo que ha cambiado algo, he intentado darme una oportunidad. No es fácil pero al menos, si todo lo que estoy haciendo, al final no vale la pena, la gente que me rodea no podrá decir que no lo intente, que no me esforcé para salir del profundo hoyo que cada día me absorbe un poco más.

Palpo los bolsillos delanteros de mis pantalones, con la esperanza de que aquel porro siga entre ellos. Cuando he dado con él, lo sacó junto con mi encendedor negro, me apresuro a ponerlo sobre mis labios y encenderlo, la ansiedad me estaba matando de desesperación.

Dejar esta mierda no era sencillo.

—Dijiste que lo dejarías —la chica a mi lado reclama apenas ve que le doy la primera calada a mi cigarrillo casero.

—Dije que lo intentaría —la corrijo.

—¿A ti te parece que esto —hace énfasis en lo que estoy haciendo— es intentarlo?.

—Solo cierra la boca, Heaven—mis palabras suenan bruscas pero se que ella ya se ha acostumbrado a eso.

La chica abre su boca con indignación, tratando de articular algún reclamo que al final no llega a mis oídos.

—Solo no quiero que des dos pasos al frente para luego dar ocho hacía atrás—murmura, con la vista fija al frente.

Por algún motivo sus palabras me calan hasta los huesos, tal vez sea porque sé que tiene razón. Pero aún así yo sigo con mi porro entre mis nudillos.

Doy una profunda calada, reteniendo durante unos segundos todo el humo entre mis pulmones, para después dar una exhalación. Ahora el humo se vuelve parte del aire que respiro.

¿Esto cuenta como contaminación?.

Giro mi cabeza y observo a Heaven, quien aún mira al frente. Hay veces en las que me pregunto ¿qué es lo que piensa? Porque se ve tan malditamente concentrada que incluso aquella pequeña arruga se forma en su frente.

Un suspiro sale de mis labios y al fin tengo el valor de responder ante su anterior oración.

—Lo sé, y créeme que no estoy yendo hacia atrás, Heaven. Es solo que esto —imito sus palabras— no es fácil de superar.

Ella relame sus labios y voltea su cara hacia mí, un resoplido brota de ellos.

—Está bien, perdona por la presión —suelta una risilla—. Es que a veces me frustra ver como te derrumbas y siento impotencia porque no puedo hacer nada para evitarlo. Sonará cursi y posiblemente te burles de ello pero, debo admitir que me importas demasiado y te quiero lo suficiente como para que me duela verte como te hundes.

Otra calada es dada a mi porro y el silencio se hace presente una vez más.

A veces me sorprendía la profundidad con la que la pelirroja podía hablar. Era la única que podía causar ese efecto de culpabilidad con sus palabras, tal vez porque eran demasiado sinceras.

—No es tu culpa. Cada persona es responsable de sus propias decisiones y de las consecuencias que estas le traigan. Nunca será tu culpa, Heaven, entiéndelo.

—No puedes decirme eso—su ceño se frunce en reclamación—. No cuando yo estoy aquí y puedo ayudarte, no sé cómo pero sé que puedo hacer algo por ti y sacarte de toda esta mierda, Adrien. Solo que no se que es lo que precisamente tengo que hacer para lograrlo y me siento estúpida por eso.

—Créeme que tu eres de las personas que más me han ayudado, Heaven. No es tu culpa —vuelvo a recalcar—, no te tortures con eso. Solo deja que las cosas fluyan.

Su semblante se relaja y su mirada atrapa la mía. Un suspiro brota de sus labios, un suspiro cansado que me hace saber cuánto le jode esta situación.

Créeme a mí también.

—¿Cuándo podré ver a un Adrien feliz y disfrutando del aquí y ahora? ¿Cuando tendré la dicha de poder verte sonreír sinceramente? Sin ápices de dolor... Sufrimiento. ¿Cuándo?

Pongo una vez más el cigarrillo entre mis labios y doy una calada, un poco más corta que las anteriores.

Cuando el humo se confunde con el oxígeno nuevamente, una sonrisa melancólica azota mis labios, se que no es lo que me ha pedido, pero por ahora se tiene que conformar con esto.

—Cuando la vida deje de doler. 

Cuando La Vida Deje De Doler.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora