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De pronto, una voz en mi cabeza me preguntó escandalizada que qué estaba ocurriendo y me ordenó severa que parara.

—¡No!—jadeé, apartando su rostro del mío.

La respiración estaba acelerada y el puñado de mariposas volaban desquiciadamente en mi estómago. Miré con el pánico pintado en los ojos el rostro prohibido que acababa de besar y la culpa me revolvió el estómago; aventé su cuerpo lejos del mío y me llevé las sábanas hasta la cabeza, cubriéndome completamente.

—Lo siento.—susurró.

—Vete.—alcancé a decir, con un hilo de voz.

Oí después del sonido de la puerta al cerrar y el silencio me hizo derramar algunas lágrimas. Eso había estado mal, muy mal. El que tuvo que haberse disculpado tenía que haber sido yo. Yo fui quien aferró su rostro al mío, quién anheló ese beso, yo, yo, yo... traidor era mi segundo nombre. La culpa que sentía en ese momento era inexplicable; parecía como si los órganos dentro de mi cuerpo se hubiesen vuelto pesados y luego desaparecieran dejando un vacío completamente abrumador. Había tocado fondo.

Estaba ebrio, pero por supuesto, aún me quedaba una pizca de cordura. El corazón hecho pedazos debajo de mi pecho, me dolía de la inmensa culpa que estaba sintiendo y era como si trajera una espina clavada en mi bombeador de sangre. Cada latido era una oleada más fuerte de dolor y el mar al que pertenecían aquellas oleadas llevaba nombre propio: WooSung. JaeHyeong me lo había advertido, "nada estúpido" me había dicho y yo, iba con un letrero de "Estúpido" pintado en la frente. Seguro JaeHyeong me mataría, pero aquello era lo mejor, yo merecía morir como mínimo o con menos dramatismo, irme de la vida de WooSung.

La hora de partida había llegado, yo tenía que irme en cuanto tuviera la oportunidad, tomar el primer avión a Seúl o cualquier otro medio que me ofreciera alejarme de aquí.

La cabeza comenzó a punzar de dolor y con el estómago revuelto aún, me levanté de la cama y visualicé rápidamente el baño, a donde corrí y en el que devolví lo último que había tocado mi estómago.

Luego de que quede vacío, lavé mi cara y me dejé caer sobre el azulejo blanco del piso, sintiendo su frío contacto con mi piel y allí, hecho un ovillo de hilo en el suelo, perdí la conciencia de nuevo.

Al abrir los ojos, el dolor de cabeza taladró con intensidad mi cráneo, haciéndome cerrarlos de nuevo. Traté de abrirlos otra vez, poco a poco, y la luz del día me los encandiló a tal grado que el dolor se agudizó. Tenía un recuerdo vano del día anterior y entre más esforzaba en ordenar el desorden en mi cabeza, más me dolía.

El bar, el espejo, Jae, su Hybrid, el beso... ¡WooSung! Tan pronto como le encontré sentido a esas palabras, el recuerdo llegó a mi mente.

Me levanté sobresaltado y visualicé después de unos segundos una habitación. No era mía, de eso estaba seguro; había una guitarra negra y el decorado del cuarto era en color azul de diferente tonos. Esta era la habitación de alguien más y el único que me venía a la mente era Jae. La cama estaba deshecha pero yo estaba seguro de que anoche me había derrumbado sobre el piso del baño y no sobre la cama. Lamentablemente, nada había sido una pesadilla, como yo lo hubiera deseado, todo era real, y aquellos labios rosados, rellenos , suaves y ahora con sabor a menta y chocolate, habían sido míos anoche, por un minuto.

Traté de buscar un reloj y encontré uno pequeño sobre el escritorio, eran las doce treinta y cinco del mediodía y la cabeza no me dejaba de doler. Fui al baño, medio mareado aún, y lavé mi cara. Traté de acomodarme el cabello. Luego de que me vi con un aspecto mejor, decidí que tenía que salir corriendo de esta casa.

Esperaba y cruzaba los dedos para que Jae no estuviera, así, saldría sin que él se diera cuenta y... me iría. Me armé de valor y giré la perilla de la puerta, abriéndola. Salí con la mirada baja y al instante de que me encontré fuera de la habitación, la levanté, encandilada horrorosamente por la clara luz del mediodía.

𝐌𝐚𝐧𝐮𝐚𝐥 𝐃𝐞 𝐋𝐨 𝐏𝐫𝐨𝐡𝐢𝐛𝐢𝐝𝐨 - 𝐉𝐚𝐞𝐏𝐢𝐥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora