❆ Capítulo cuarenta y dos: 12° C ❆

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(2968 palabras)




──────⊱◈Harry◈⊰──────






Lo primero que oí decir a Isobel fue: «¿Cómo que vamos a preparar una quiche? ¿No vamos a hablar de mi hermano?».

Acababa de bajarse de un descomunal todoterreno que hacía que la casa de los padres de Louis pareciera pequeña. Lo primero en lo que me fijé fue en que era altísima -debido, al menos en parte, a los taconazos de las botas que llevaba-, y luego en su cabeza, tan rebosante de tirabuzones como la de una muñeca de porcelana.

—No —le espetó Louis, con aquella firmeza que tanto me gustaba.

Isobel respondió con un bufido que, de haberse transformado en misil, habría arrasado un país pequeño.

—¿Puedo saber qué hace éste aquí, al menos?

Me di la vuelta justo a tiempo para ver cómo me examinaba el trasero.

—No —dije, como un eco de Louis.

Louis nos indicó que entráramos en su casa. Al llegar al recibidor, se volvió hacia Isobel y le dijo:—No hagas preguntas sobre Jack. Mi madre está en casa.

—¿Eres tú, Louis? —gritó su madre desde el piso de arriba.

—¡Sí! ¡Vamos a hacer quiche!

Louis colgó su abrigo en el perchero y nos indicó por gestos que lo imitáramos.

—¡He traído algunas cosas del estudio! ¡Apanten lo que les moleste! —avisó su madre.

Isobel arrugó la nariz, metió las manos en los bolsillos de su cazadora torrada de piel, que no se había querido quitar, y se quedó mirando cómo Louis arrimaba a la pared las cajas que interrumpían el paso.

En aquella cocina cómoda y repleta de cosas, Isobel parecía fuera de lugar. Me pregunté si sus lustrosos tirabuzones de permanente hacían que el gastado suelo de linóleo blanco pareciera aún más desastrado, o si, por el contrario, era el suelo lo que hacía parecer a sus cabellos aún más perfectos y falsos de lo que eran. Por primera vez, la cocina me pareció vieja y pasada de moda.

Isobel reculó unos pasos al advertir que Louis se remangaba y se lavaba las manos en el fregadero.

—Harry, enciende la radio y busca algo de música, por favor —me pidió Louis.

Encontré un pequeño receptor en la encimera, entre tarros de azúcar y sal, y lo encendí.

—¡Así que lo de la quiche era verdad! —se lamentó Isobel—. Yo creía que estaban hablando en clave.

Le dediqué una sonrisa malévola, y ella me correspondió con una mueca de disgusto. Sin embargo, su expresión era demasiado exagerada para ser verdad; algo en sus ojos decía que, en realidad, estaba más intrigada que angustiada por la situación.

Y la situación era ésta: no pensaba contarle nada a Isobel hasta no saber con seguridad qué clase de persona era.

En ese momento entró en la cocina la madre de Louis, envuelta en su eterna nube de olor cítrico a trementina.

—Hola, Harry. ¿Tú también vas a hacer quiche?

—Voy a intentarlo —contesté.

Se rió.

—¡Qué divertido! ¿Y tú quién eres?

Louis se adelantó.

—Se llama Isobel, mamá —le dijo—. Oye, ¿sabes dónde está el libro verde de cocina? Estoy seguro de que lo guardé aquí. Necesito ver la receta de la quiche.

𝕊𝕙𝕚𝕧𝕖𝕣 - L.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora