❆ Capítulo treinta y dos: 7° C ❆

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(5509 palabras,  omg, creo que es lo más largo que escribí nunca. Akebnabd)

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──────⊱◈Louis◈⊰──────

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Lo primero que me dijo Harry por la mañana fue: «Ya es hora de que salgamos juntos a hacer algo normal». Bueno, en realidad, antes de eso, había dicho: «Vaya pelos de loco tienes por la mañana», pero su primera frase lúcida (me negué a tomar en cuenta lo de los pelos de loco) fue la propuesta de salir.

Aquella mañana no había clase, así que teníamos todo el día para nosotros; era como un regalo. Harry estaba preparando unas gachas de avena, sin despegar los ojos de la puerta. Aunque mis padres se habían marchado temprano para asistir a la comida que celebraban todos los años en la empresa de mi padre, Harry parecía temer que regresasen y lo echaran a patadas de la casa.

Me acerqué a él, me incliné sobre la cocina y observé lo que estaba preparando. No estaba exactamente emocionado ante la perspectiva de desayunar gachas de avena; las había probado una vez y me habían sabido muy… sanas.

—Bien, acepto la propuesta. ¿Adónde piensas llevarme? ¿A algún sitio de moda, como las profundidades del bosque, tal vez?

Harry posó el dedo índice en mis labios. No sonreía.

—Quiero que hagamos cosas de gente normal. Comer, pasarlo bien y no pensar en nada.

Volví la cabeza para que me acariciara el pelo.

—Por la cara que pones, no parece que pienses pasarlo demasiado bien —repliqué con sarcasmo, viendo que continuaba sin sonreír—. Creía que no te gustaban las cosas normales.

—¿Me alcanzas dos cuencos, por favor? —me pidió. Los coloqué en la encimera y Harry sirvió en ellos las gachas; olían bien—. Lo único que quiero es que salgamos como una pareja normal aunque sólo sea una vez, para que tengas algo que recor…

Se interrumpió y se quedó mirando los cuencos, con los codos apoyados en la encimera y la cabeza gacha.

—Quiero hacer las cosas bien —dijo al cabo de un momento—¿Qué tiene de malo?

Asentí sin decir nada y acepté el cuenco que me ofrecía. Me metí una cucharada en la boca: sabía a azúcar moreno, a jarabe de arce y a alguna especia que no identifiqué.

Señalé a Harry con la cuchara.

—Tienes razón, no tiene nada de malo. Oye, esto es un engrudo.

—Ingrato —masculló Harry observando tristemente su cuenco—. No te gusta, ¿verdad?

—En realidad, no está mal.

—Beck me preparaba gachas todos los días cuando superé mi fijación con los huevos revueltos.

—¿Sólo comías huevos revueltos?

—Fui un niño bastante peculiar —explicó Harry—. No te acabes las gachas si no te gustan. En cuanto termines de desayunar, nos vamos.

—¿A dónde?

—Sorpresa.

Eso era todo lo que quería oír. Engullí las gachas en un santiamén y fui corriendo a buscar mi gorro, mi abrigo y mi mochila.

𝕊𝕙𝕚𝕧𝕖𝕣 - L.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora