❆ Capítulo cincuenta: 4° C ❆

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(1962 palabras)

  
   
  

──────⊱◈Louis◈⊰──────

  
   
  

—Es aquí —dije agarrando mi mochila.

Parecía absurdo que la casa de Beck estuviera igual que cuando Harry me había llevado allí para enseñarme el bosque dorado, en vista de lo mucho que habían cambiado mis circunstancias. Y sin embargo, su aspecto era el mismo; la única diferencia apreciable era el voluminoso todoterreno que había aparcado junto a la puerta.

Jack detuvo el coche, sacó la llave de contacto y me miró con ojos recelosos.

—Sal del coche después de que lo haya hecho yo.

Me quedé sentado mientras él se bajaba, rodeaba el coche y abría mi puerta. En cuanto puse un pie en el suelo, me aferró el brazo. Sus hombros estaban mucho más adelantados de lo que habría sido natural, y tenía la boca entreabierta; supuse que no se daba cuenta.

Debía estar preocupado por si se transformaba de repente y me atacaba, pero lo único que podía pensar era que, si cambiaba antes de decirnos dónde tenía a Harry, ya no podríamos encontrarlo a tiempo. Deseé con todas mis fuerzas que Harry estuviese en algún sitio resguardado, a salvo de las garras del invierno. Pero lo dudaba.

—De prisa —dije, tirando de Jack para que se apurara—. No tenemos tiempo que perder.

Tal y como había prometido Beck, la puerta principal no tenía seguro; Jack la abrió, me empujó al interior, entró detrás de mí y la cerró de un portazo. En el aire flotaba un débil aroma de romero; alguien había estado cocinando, y me vino a la cabeza la historia que Harry me había contado sobre Beck, las chuletas y la barbacoa.

Y en ese momento, a mi espalda sonó un grito gutural, casi un gruñido.

Era Jack quien gritaba. Al volverme, encontré una escena muy diferente a la silenciosa pugna de Harry por conservar la forma humana.

Aquello era un revoltijo violento y furioso. Los labios de Jack se deformaron en una mueca feroz mientras la cara se le afilaba hasta convertirse en un hocico, y su tez cambió de color en un instante. Dio un paso hacia mí como si quisiera agarrarme, pero los dedos se le cerraron hasta convertirse en garras de uñas negras.

Con cada uno de los cambios, su piel se hinchaba y ondulaba por un instante, como una placenta con un niño monstruoso y salvaje en su interior.

Observé la camisa de Jack, que colgaba arrugada en torno al torso del lobo. Sólo mirándola lograba convencerme de que lo que acababa de ver era cierto.

El Jack lobo estaba igual de furioso que el Jack humano, pero su ira no estaba controlada por la razón. Abrió las fauces y me enseñó los dientes sin emitir ningún sonido.

—¡Atrás!

Un hombre, ágil pese a su gran envergadura, se precipitó en el vestíbulo y se abalanzó sobre Jack, pillándolo desprevenido.

—¡Túmbate! —gruñó el hombre, con tanta autoridad que yo hice ademán de agacharme antes de comprender que se lo decía al lobo—. ¡Quieto! Ésta es mi casa. Aquí mando yo, ¿queda claro? —gritó junto a la oreja de Jack, manteniéndole el hocico cerrado con una mano.

Jack gimoteó, y Beck le empujó la cabeza hasta dejarla pegada al suelo. Luego levantó la mirada hacia mí y me habló con voz sorprendentemente sosegada.

𝕊𝕙𝕚𝕧𝕖𝕣 - L.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora